Confianza en la existencia
Pörksen: Usted dijo una vez que el 99% de todas las enfermedades tenían su origen en la falta de amor. Lo relativizó agregando que podía estar equivocado, que también podía ser el 97% de todos los males, pero en ningún caso menos. ¿Cómo quiere que entendamos eso? ¿Qué relación ve entre falta de amor y enfermedad?
Maturana: La condición fundamental de la existencia es la confianza. Cuando una mariposa sale de su capullo, entonces sus alas y sus antenas, su trompa y toda su corporalidad, confían en que en este mundo habrá suficiente aire y vientos para sustentarla y flores de las que podrá succionar néctar. La congruencia estructural entre la mariposa y su mundo es expresión de una confianza implícita. Cuando una semilla se humedece y comienza a germinar, lo hace confiando en la presencia de todos los nutrientes necesarios que posibilitarán su crecimiento ulterior. Y también cuando nace un bebé, éste confía plenamente en que tendrá una madre y un padre que se preocuparán de su bienestar. Pero esta confianza implícita en que se funda la existencia de todos los seres vivos es defraudada permanentemente: las flores son envenenadas con insecticidas, el brote no recibe suficiente agua, y el bebé que llega al mundo como un ser amante, no es amado y no es visto, sino que es negado en su existencia. Afirmo que la constante negación del otro genera enfermedades, vale decir pérdida de armonía orgánica al interior de un ser humano y en relación con el entorno que lo rodea. La dinámica sistémica de un ser humano, si es permanentemente negada, se modificará de una manera que destruirá la armonía original y expondrá al cuerpo a exigencias destructivas y a un estrés que llevará a una mayor falta de armonía. Lo que resulta es una propensión creciente a contraer infecciones o dolencias somáticas o también psíquicas.
Pörksen: ¿Podríamos utilizar su descripción del amor para hacer visible las formas de relacionarse de los humanos? Entonces su concepto del amor serla un instrumento y estímulo para el conocimiento, una lámina de contraste para una descripción exacta.
Maturana: Por supuesto. Si uno entiende lo que es el amor, reconoce inmediatamente cuándo y bajo qué circunstancias el amor es negado. Ve a aquellos padres que permanentemente corrigen a sus hijos, les reprochan distintos errores y los amenazan con castigos. Y percibe las características de nuestra cultura y comprende que la tan alabada competitividad no es una fuente de progreso sino que produce ceguera justamente porque niega al otro. Uno se da cuenta que la ambición y la desconfianza, más el ansia de poder y control culturalmente anclados, son lo que hace desaparecer el amor. La economización de las relaciones – las necesidades se negocian, las concesiones se obtienen y los compromisos se adquieren – destruyen el goce simple de la compañía del otro porque la convivencia está organizada según el modelo de negocio económico. Entonces la base de una pareja ya no es la confianza reciproca, el respeto mutuo, sino que cada uno negocia teniendo en cuenta su beneficio.
Pörksen: ¿Qué sucede cuando dejamos de ver al otro? ¿Podemos encontrar un ejemplo para esta técnica de la negación?
Maturana: A comienzos de los años sesenta, cuando los norteamericanos estaban empezando a involucrarse en la guerra de Vietnam, en el European Times leí el siguiente titular: "¡Asesinados 50 americanos! ¡Exterminados 200 rojos!". Aquí se evidencia una diferencia determinante: para el autor de estas líneas, los americanos tenían una presencia legítima, no así los "rojos"; su destino le daba igual, no morían asesinados sino que simplemente eran "exterminados". Pero esto significa también que el impacto ético no llega más allá de la esfera de pertenencia social de cada uno.
Pörksen: Si analizamos este titular, el otro ya no aparece como un humano con el cual tenemos algo en común.
Maturana: Así es. Una posibilidad de destruir sentimientos éticos en las partes en guerra, consiste en negarle al enemigo sus cualidades humanas: el enemigo es deshumanizado, aparece como "subhumano", un "extremista", un "comunista" o un "nazi". Una de las recomendaciones que un soldado recibe en la guerra es matar primero y pensar después. Sólo aquel que extiende a todos los humanos el dominio de legitimidad del otro, el dominio del amor, y no se deja guiar por las tantas etiquetas discriminatorias, es capaz de dejarse conmover por el destino de cada ser humano y de incluirlo en sus reflexiones éticas.
Pörksen: ¿Cómo se convive si la conducta de uno está guiada por el amor?
Maturana: En ese caso existe la posibilidad de conversar, discutir y reflexionar en comunidad, y de trabajar entre todos en una tarea que tiene significado para distintas personas. Uno no tiene que disculparse por su existencia o sus experiencias, sino que existe en un ámbito de cooperación de carácter social. Dicho más precisamente: se trata de democracia, porque el amor es aquella emoción que constituye la democracia. Entre sus características básicas está que uno convive con humanos que se respetan a sí mismos y a los demás — vale decir con ciudadanos — y que elaboran en conjunto un proyecto y una forma de coexistencia. ¡No resulta decidor y notable que en una monarquía o tiranía no haya ciudadanos? No importa cuán amable o prudente sea el rey o el tirano, inevitablemente y siempre habrá que obedecer y someterse. Aquí se es súbdito o esclavo, pero no ciudadano.
Pörksen: ¿Diría que una convivencia basada en el amor tiene mayor estabilidad que una dictadura? Abundan los ejemplos donde mentes tiránicas, si bien pueden causar terribles destrozos, no son capaces de mantenerse en el tiempo. El Reich de mil años de Adolfo Hitler no pasó de los doce.
Maturana: No necesariamente. Porque un sistema existirá mientras duren las condiciones que lo constituyen. Una dictadura perfecta elimina sistemáticamente a sus disidentes, evitando de esta forma su derrumbe. Sin embargo, si la gente que vive en ese medio logra descubrir el amor, se rebelará y luchará contra la opresión y su permanente negación como individuos. Una dictadura cuyo régimen quiera perpetrarse por cien años, en definitiva tendrá que transformar todo el mundo a su sistema y matar a cada cual que no concuerde con ella y se subleve en su contra. Se requieren enormes esfuerzos y un uso masivo de la violencia para mantener un régimen así, se necesitan policías y guardaespaldas e instrumentos de manipulación, pero a pesar de eso una dictadura estable en el tiempo no es imposible. Sin embargo, si sobrevive aunque sea sólo uno que logre preservar la idea del amor y del respeto mutuo y enseñársela a otros, renacerá la resistencia: el amor produce tal sensación de bienestar y constituye tal liberación, que muchos arriesgan su vida para propagarlo y defenderlo.
Pörksen: ¿Qué resulta de estas ideas? ¿Llevan a exigir lo que soltamos escuchar de los hippies: Make Love, not War?
Maturana: No. Somos nosotros los humanos quienes atribuimos diferentes valores a las distintas emociones y de este modo a veces evitamos que se manifiesten justamente estas emociones. Los mandamientos de toda índole tienen la cualidad fatal de maniobrarlo a uno siempre al borde de lo misionero o tiránico. Se prestan para la discriminación: "Nosotros estamos por el amor", se puede decir con un gesto de superioridad, "¡y los otros van a la guerra!". Por eso no predico el amor, no formulo mandamientos, y no recomiendo nada ni el amor ni la indiferencia, ni la amabilidad ni el odio pero digo que sin amor no hay fenómenos sociales, no hay relaciones sociales ni vida social. La emoción que constituye la vida social no es el odio, el egoísmo o la codicia, no es la competencia ni la agresión, sino el amor.
Pörksen: Pero obviamente la convivencia humana no está marcada solamente por el amor.
Maturana: Por supuesto que en la vida en comunidad se encuentran la ira, el odio, la envidia y tantas otras emociones que dejan su impronta en nuestras conductas y nuestras relaciones. Y por supuesto que hay diversas variantes de coexistencia que no están fundadas en el amor. Basta pensar en una monarquía, en alguna secta de tipo ideológico o religioso o en un ejército; estas organizaciones se constituyen bajo forma de una jerarquía que lleva a la desaparición del individuo. Mi afirmación es que en un ejército no hay relaciones sociales, aparte de la amistad que algunos soldados o generales puedan tener entre ellos. Aquí de vez en cuando pueden darse pequeñas islas de relaciones sociales dentro de una totalidad organizada diferentemente. Pero insisto, la vida social se basa en el amor.
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