Variantes del cambio

Pörksen: ¿Propondría a los terapeutas que analicen sus propias emociones antes de empezar a trabajar?

Maturana: Lo necesario no es el análisis, sino una conciencia alerta a la dinámica relacional que va de la mano con cada emoción especifica. Ahora afirmo que la única emoción que no limita la propia percepción, que no la filtra o encauza sino que la amplía y libera de juicios precipitados, es lo que llamamos amor. ¿Qué es amor? Digo que siempre que observamos una conducta humana que lleva a que otro humano adquiera presencia como un legitimo otro en coexistencia con éste, lo que vemos es amor. Y siempre que uno se conduce de una manera que genera esta legitima presencia del otro, uno estará abierto y percibirá todo sin rechazarlo con un juicio prematuro. Sea lo que sea.

Pörksen: Pero esta aceptación fundamental que propone tendrá que tener un límite. En ciertas situaciones puede ser muy sanador si el terapeuta, con provocaciones deliberadas y cierta falta de consideración, fuerza un cambio.

Maturana: Por supuesto. El que actúa sobre la base del amor no está obligado a aceptar cualquier conducta y a considerarla como esencial para la propia vida. Sin embargo, lo decisivo es la forma de relacionarse que elige. Una conducta del terapeuta que pueda parecer brutal, no será expresión de su arrogancia o prejuicios, si es que actúa por amor, sino que será manifestación de su comprensión profunda y desprejuiciada. Quizás zarandee y choquee a esta otra persona para liberarla de su ceguera, pero si lo hace por amor, está bien.

Pörksen: ¿Qué significa su propuesta para la distancia terapéutica? El terapeuta que actúa por amor, ¿debería sentirse miembro de la familia que llega a consultarlo?

Maturana: Lo que se necesita es una doble mirada: si uno no se integra hasta cierto grado al sistema, será imposible escuchar, pero al mismo tiempo será necesario guardar cierta distancia que permita ver el contexto de los acontecimientos, y mantener la libertad de reflexionar. Dicho de una manera más general, un sistema puede definirse como una red de relaciones. Y al actuar al interior de esta red relacional que constituye el sistema, uno elige una forma de interacción que yo llamo agonal: actúa de un modo que concuerda con las conductas establecidas, tradicionales del sistema.

Pörksen: ¿Qué significa esto concretamente?

Maturana: Cuando por ejemplo una madre me habla horrorizada del mal comportamiento de su hijo y yo le digo al niño que por lo visto se está portando pésimo y le pregunto por sus motivos, estoy participando directamente en las interacciones que se han hecho habituales en este sistema y lo mantienen tal como está. Un encuentro ortogonal en cambio se da cuando uno actúa de una manera que no confirma al sistema sino que lo modifica en su estructura. La intervención de cierto modo se hace en ángulo recto respecto de aquellas dimensiones que participan en la formación y conservación del sistema. Quizás la madre se queje con la frase: "¡Este niño se porta increíblemente mal!". A lo que uno pregunta detalles de lo sucedido y finalmente empieza a hablar de la extraordinaria creatividad del niño.

Esa es una intervención ortogonal que hay que aplicar de acuerdo con la situación.

Pero subrayo una vez más que la emoción básica de todo terapeuta debiera ser el amor. Y el camino hacia la sanación consiste en redescubrir el amor y el respeto por uno mismo.

Fig. 11: Un sistema (una unidad compuesta), puede entrar en dos tipos de encuentros: por un lado se trata del encuentro con una entidad externa que perturba los elementos del sistema, provocando en éstos cambios estructurales que corresponden al modo de funcionamiento actual del sistema, y por el otro lado puede observarse una forma de encuentro con una entidad externa que perturba los elementos del sistema, provocando en éstos cambios estructurales diferentes del modo de funcionamiento actual del sistema. El primer tipo de encuentro aquí es llamado agonal (confirmatorio) pues el agente externo gatilla en algunos elementos del sistema los mismos cambios estructurales que también podrían ser gatillados por los demás elementos del sistema en el marco de la dinámica actual del sistema, por lo que el sistema como unidad mantiene su deriva relacional inalterada. Por consiguiente, el segundo tipo de encuentro recibe el nombre de ortogonal (no confirmatorio), ya que el agente externo gatilla cambios estructurales en algunos elementos del sistema que son novedosos en relación con la dinámica estructural actual del mismo, por lo que el sistema corno unidad cambia la dirección de su deriva relacional. (Dibujo de Alejandro M. Maturana)

Pörksen: ¿Puede dar un ejemplo de cómo funciona esta terapia guiada por el amor?

Maturana: Bueno, como usted sabe, yo no soy terapeuta, por lo que no le puedo dar ejemplos de mi consulta sino tan sólo de mi vida cotidiana. Permítame contarle un ejemplo de este tipo. Un día, en invierno, me vino a visitar mi pequeño nieto que entonces tenía cinco años. Ve muy mal, tiene que usar lentes gruesos y ese día llegó bien abrigado. Jugando en el jardín se cayó a la piscina en la parte honda. Se hundió pero volvió a la superficie gracias al aire acumulado en sus ropas, y rápidamente se sujetó del borde de la piscina. Gritó pidiendo auxilio. Corrí a la piscina, lo saqué y le dije: "¡Felicitaciones! ¡Te salvaste solo!"

Pörksen: Reinterpretó la situación.

Maturana: Pero no de cualquier modo, eso no habría funcionado, porque era verdad que se habla salvado por sus propios medios. Todavía profundamente asustado y temiendo algún castigo, me dijo que todo habla sido un accidente. "Por supuesto que fue un accidente", le contesté, "pero te salvaste solo. Sólo tuve que ayudarte a salir de la piscina". Enseguida sollozó que tenía que ir urgente al baño. "Hazte pipí nomás mientras vamos por una toalla" le dije, "vas a ver lo rico que es el pichi calentito". Cuando en la tarde vino de visita su hermana, corrió hacia ella y le contó radiante y orgulloso: "¡Me caí a la piscina y me salvé solo!" No se sentía culpable, no había desarrollado miedo al agua, no habla perdido la confianza en sí mismo. Si se quiere, esta vivencia fue una interacción terapéutica: ahí está el pequeño que ve tan mal, que se cae a la piscina, y que sin embargo es capaz de salvarse, y uno mismo, que no actúa sobre la base del propio susto o enojo porque percibe y acepta al niño en su situación especial.

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