Epistemología de un experimento
Pörksen: En sus libros, usted habla de sus experimentos con ranas, salamandras y palomas. Estudió la percepción de estos animales y sus comprensiones epistemológicas se deben a sus trabajos de laboratorio. Estos estudios ¿son solamente una ilustración de la hipótesis que el mundo real es imposible de conocer? ¿O son más que eso?
Maturana: Estos experimentos hablan de mi historia y experiencias como científico; no debieran ser tomados como indicios de la verdad, sino que relatan los puntos de partida y el camino de mi propio pensar. Cuando hablo de los experimentos con ranas, palomas y salamandras, lo hago para señalar bajo qué circunstancias se configuraron mis respectivas hipótesis. Se revelan las condiciones que me llevaron a abandonar las rutas tradicionales de la investigación de la percepción y a cambiar el sistema tradicional de preguntas de la teoría del conocimiento.
Pörksen: ¿Puede ilustrar la historia de su cambio de paradigma con alguno de estos experimentos?
Maturana: Voy a referirme a una serie de experimentos que el biólogo norteamericano Roger Sperry hizo en los años cuarenta. Roger Sperry les sacaba un ojo a unas salamandras, cortaba el nervio óptico y cuidadosamente devolvía el ojo en la cavidad ocular, girado en 180 grados. El nervio óptico se regeneraba y la capacidad visual de los animales a quienes había extraído y vuelto a colocar el ojo se restablecía después de algún tiempo. Todo sanaba, pero con una diferencia decisiva: cuando por ejemplo querían cazar una lombriz, las salamandras lanzaban sus lenguas con una desviación de 180 grados. Esta desviación medible correspondía exactamente al giro que se habla dado al ojo antes de reinsertarlo; es decir, cuando habla un gusano delante de ellos, los animales se daban media vuelta y de ahí tiraban sus lenguas.
Pörksen: ¿Qué quería mostrar o probar con estos experimentos? ¿Cuál era el objetivo?
Maturana: Con estos experimentos, Roger Sperry quería descubrir si el nervio óptico es capaz de regenerarse y si las fibras del nervio óptico vuelven a unirse con las partes originales en el cerebro. La respuesta es sí. Además, quería saber si la salamandra quedaba en condiciones de corregir su conducta, si era capaz de aprender y, tras una serie de lengüetazos fallidos, volver a dar en el gusano para comérselo. La respuesta es no, imposible; los animales siempre tiraban su lengua con una desviación de 180 grados, se morían de hambre si no eran alimentados. Sin embargo, cuando supe de estos experimentos y los repliqué, me di cuenta que Roger Sperry hacía una pregunta que más bien encubría el fenómeno observable.
Pörksen: ¿En qué sentido inducía a error el objetivo de su investigación?
Fig. 4: La figura muestra dos salamandras. Delante de cada una de ellas, un observador colocó un gusano. La salamandra con el ojo normal tira su lengua hacia el gusano, lo caza y lo come. El ojo de la otra salamandra ha sido rotado; cuando el observador le ofrece un gusano desde el frente, tira su lengua hacia atrás. (Dibujo de Humberto Maturana R.)
Maturana: Partía de la hipótesis que la salamandra apunta con su lengua a un gusano que se encuentra en el mundo exterior. Su pregunta implicaba, como diría Gregory Bateson, toda una epistemología, un modo de ver el mundo. Porque uno supone tácitamente que el objeto externo es procesado por el cerebro de la salamandra como una información sobre posición y forma. Visto así, la salamandra está cometiendo un error; ya no computa correctamente la información que le Llega desde el exterior. Sin embargo, a mí me hace mucho más sentido interpretar el experimento de una manera completamente distinta: la salamandra, afirmaba yo, correlaciona las actividades del sistema nervioso que llevan al movimiento y lanzamiento de la lengua, con las actividades de determinado sector de la retina. Cuando le muestro la imagen de un gusano, tira su lengua; no apunta a un gusano en el mundo exterior, aunque a un observador externo pueda parecerle así. La correlación que se da aquí es interna. Visto así, no puede sorprender que no sea capaz de aprender, de modificar su conducta.
Pörksen: Pero bajo circunstancias normales se da una correlación sistemática entre el mundo y la percepción: si la salamandra no hubiese sido operada de su ojo, le habría dado al gusano.
Maturana: Así es, y consecuentemente uno tiene que preguntarse cómo puede ser que una salamandra con un sistema nervioso que establece correlaciones internas, cuando tira su lengua, regularmente consigue cazar un gusano u otro insecto con extrema precisión. En su desviación, el experimento evidencia una normalidad y hace reflexionar acerca de las condiciones en que se basa justamente esa normalidad. ¿Cómo sucede que, por lo general, efectivamente se encuentra un gusano en el lugar exacto al que apunta la lengua de la salamandra? La explicación está en el hecho que la salamandra y el gusano forman parte de una historia común y un proceso de evolución que ha llevado a una relación de equilibrio muy fino de coordinación y adaptación recíprocas, a un acoplamiento estructural entre organismo y medio. Sin embargo, la posibilidad que un observador externo tiene de correlacionar características del mundo exterior (aquí la presencia de un gusano) con las actividades de un organismo, no prueba que el organismo se valga de estas características para orientar su conducta.
Pörksen: ¿Cómo descubrió la epistemología oculta del experimento de Roger Sperry? ¿Y qué experiencias u observaciones lo llevaron luego a la teoría del conocimiento empíricamente fundada que representa hoy?
Maturana: Fue en 1955, en Inglaterra, cuando repliqué los experimentos de Roger Sperry. Pero pasaron más o menos otros diez años hasta que comprendí lo que en realidad estaba haciendo y lo que hasta ese momento habla permanecido oculto para mí: recién entonces entendí el funcionamiento del sistema nervioso, su operar con correlaciones internas. Cuando en Chile, en 1965, hice experimentos sobre la percepción del color de palomas, originalmente mis hipótesis eran muy similares a las de Roger Sperry: mi objetivo era mostrar la correlación que existe entre los colores en el mundo exterior (los que habla analizado en su composición espectral para garantizar la replicabilidad de mis experimentos), y la actividad de la retina. Quería descubrir cuál es la relación que existe entre el rojo, el verde y el azul, y las actividades de la retina o de las células ganglionares retinales. ¿Qué gatillan el objeto rojo, el verde y el azul?
Pörksen: También pensaba que un objeto externo determina lo que sucede al interior del organismo.
Maturana: Exactamente. En ese entonces esperaba poder demostrar una correlación unívoca entre los colores y las actividades retinales de las palomas, ya que en experimentos similares ya había demostrado que las actividades en determinadas células pueden ser relacionadas con formas especificas. Por eso hice muchos experimentos, pero no fui capaz de probar la correlación esperada: simplemente no fue posible encontrar células o grupos de células que reaccionasen de manera especial frente a un compuesto espectral.
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