II. PEDAGOGÍA

La paradoja de la educación

Pörksen: En su ensayo Sobre Pedagogía, Imanuel Kant escribe que el gran campo de la educación está regido por una paradoja fundamental: por un lado se pide que las escuelas formen a seres humanos libres y autónomos, pero por el otro lado se les impone a los futuros individuos un riguroso plan de estudios, la asistencia es obligatoria, los fracasos son castigados y el boicot es reprimido. Por lo tanto, según Kant, en la pedagogía necesariamente se da una tensión entre el fin y los medios. Se contradicen. ¿Está de acuerdo con esto?

Maturana: No. En la educación – el comentario de un observador - se trata de un proceso de transformación que surge de la convivencia con adultos. Uno llega a ser el adulto con el cual ha convivido. Vale decir que si se acepta que libertad y autodeterminación son la meta del quehacer educacional, la convivencia estará fundada en el respeto recíproco por la autonomía del otro. Por lo tanto, según mi opinión, no existe la paradoja de que Kant habla: es la forma de vida, el modo de relacionarse, lo que a uno lo marca y transforma. El que quiera enseñar autonomía y reflexión, no puede basarse en la coerción como método, sino que debe crear un espacio abierto para el pensar y el actuar común. Especialmente en este punto no puede haber una contradicción entre el fin y los medios.

Pörksen: Pero, ¿es completamente superflua la coerción? Hay que establecer cuándo todos deberán estar presentes, cuál será el tema, quién el maestro y autoridad, etc.

Maturana: La coerción aparecerá exactamente cuando el docente no sepa cómo hacer sus clases interesantes y convertir a la escuela en un lugar atractivo y participativo. Recién entonces tendrá que ejercer presión.

Pörksen: Visto así, la responsabilidad total de lo que pasa durante la clase recae en el que enseña. ¿No será una exigencia exagerada?

Maturana: No. Si un maestro se comporta respetuosamente — no atemoriza a sus alumnos, invita a la cooperación y reflexión — en eso se manifiesta una forma especial de interacción. La enseñanza de que profitan los estudiantes es precisamente este modo de vida, en el que debieran estar contenidos los objetivos específicos del docente. Eso significa también que en la pedagogía hay que ponerse de acuerdo sobre tres preguntas y tareas: primero, me parece necesario conversar sobre la elección del ideal pedagógico, ¿cómo queremos que sea aquel adulto que algún dfa egresará de la escuela? ¿Nos lo imaginamos como un ciudadano de espíritu democrático y actitud responsable? ¿O lo vemos como un jerarca autoritario y mandón, como un Lord que se cree superior a otros? A continuación, será necesario anclar en la escuela un modo de vida que posibilite un actuar y reflexionar acorde con el ideal. Y finalmente, queda la tarea decisiva de preparar a los maestros para su función, de una manera que al mismo tiempo sea expresión de los objetivos deseados: hay que vivir lo que se quiere alcanzar.

Pörksen: Eso significaría que, a diferencia de lo que comúnmente se cree, la enseñanza no tiene que ver con la eliminación gradual de la ignorancia. No se trata en primer lugar de la entrega de conocimientos, sino que — algo mucho más vasto — de una forma de vida especial acorde con el propio ideal, de un cierto tipo de convivencia de donde se desprenden los contenidos respectivos.

Maturana: Exactamente. El niño o la niña en la escuela no aprende matemáticas, sino que aprende a convivir con un profesor de matemáticas. Esta relación entretenida o fascinante algún día quizás lo motive a seguir por su cuenta, y se convertirá en un profesor de matemáticas o en un matemático. Un profesor a uno no le enseña algún contenido, sino que uno conoce un modo de vida. En este proceso, posiblemente uno se familiarice con las reglas de cálculo, las leyes de la física o la gramática de un idioma. Mi afirmación es que "el alumno aprende al profesor".

Pörksen: ¿Y qué pasa con los niños que sistemáticamente boicotean el sistema? ¿Qué hacer con ellos? La respuesta clásica es; malas notas, repitencia, marginación del círculo de los exitosos...

Maturana: Un así llamado niño difícil, del cual el profesor se queja, muchas veces no está más que luchando por ser tomado en cuenta y respetado, pero se espera de él que se conduzca de manera previsible y se someta a exigencias ajenas. Cuando uno entonces le pregunta a ese niño qué le gustarla hacer a él, se abre un espacio para el diálogo, y la resistencia del niño se diluye. Tiene algo profundamente sanador ser visto, recuperar la autoestima y participar en una interacción sustentada en el amor. O quizás un alumno se retraiga simplemente porque encuentra que la materia es inútil o aburrida. Si el propio papá trabaja como albañil y uno mismo está previsto para esa profesión, ¿por qué habría de interesarse por álgebra superior? Una apreciación así de parte del alumno es un desafió a la creatividad del profesor, el cual ahora necesitará saber relacionar la actividad del albañil con las matemáticas. Todo es interesante si uno se interesa por ello.

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