La ideología y los militares
Pörksen: Si comparamos la dictadura chilena con la nacionalsocialista, vemos una diferencia decisiva y es que Adolfo Hitler erigió una dictadura ideológica. Para él era importante ganar elecciones, y si bien por un lado usó masivamente los métodos del terror, por el otro también quería convencer y entusiasmar a las masas con su ideología paranoica del antisemitismo y su religión del racismo. La dictadura militar en Chile se apoyó sobre todo en la violencia de las armas y el poder del las fuerzas armadas, es decir que su plataforma ideológica fue relativamente estrecha.
Maturana: Ese es un punto central. El que vive en una dictadura ideológica, está doblemente coartado en su libertad de movimiento intelectual: por un lado se decreta lo que debe creer, y por el otro se especifica lo que de ninguna manera se puede decir o creer si no quiere meterse en problemas. En cambio, una dictadura militar establece básicamente lo que no se puede hacer. Prohibida estaba en el Chile de aquel tiempo cualquier forma de crítica al régimen y la defensa, en el sentido más amplio, de los ideales del socialismo. Por lo demás, uno podía pensar y enseñar lo que uno quisiese.
Pörksen: Pinochet repetía una y otra vez que la izquierda estaba contra la familia, la propiedad privada, la libertad y la patria. Usó algunas pobres fórmulas ideológicas, no más.
Maturana: Se trató de una anti ideología dirigida contra el comunismo. Y además nos encontrábamos en un estado de guerra interna, insistía Pinochet a cada rato, y en la guerra hay que matar a los enemigos, ese era su argumento. Utilizaba esa situación bélica declarada por él mismo para justificar las violaciones de los derechos humanos.
Pörksen: Entre los elementos centrales de la dictadura chilena está el terror, sembrar el miedo. Encerraron al cantautor y guitarrista Víctor Jara, le quebraron las manos y finalmente lo asesinaron. Aislaron al poeta Pablo Neruda, allanaron sus casas, hubo torturas. ¿Se sabía de eso?
Maturana: SI. Durante más de un año, antes de dar las noticias del día, la televisión tenía que mostrar el bombardeo de la Moneda – el palacio presidencial –, y después seguían informes sobre la detención de revolucionarios, el descubrimiento de arsenales clandestinos, etc. Pero al mismo tiempo no hay que olvidar que Pinochet contaba con el apoyo de una parte considerable de la ciudadanía. Muchos se enriquecieron enormemente bajo su régimen y con la privatización de las empresas del Estado, es decir que se beneficiaron muy directamente con las actividades de su gobierno.
Pörksen: Me llama la atención que tanto usted como otros autores que hoy se cuentan entre los fundadores del constructivismo, sufrieron bajo una dictadura y estuvieron confrontados con realidades representadas dogmáticamente. Heinz von Foerster tuvo que esconderse de los esbirros nazis, Ernst von Glasersfeld dejó Viena cuando los nazis tomaron el poder, Paul Watzlawick insinuó muchas veces cuánto le choqueó este mismo régimen, Francisco Varela huyó de Pinochet a Costa Rica, y usted mismo vivió todos esos años en Chile. Mi pregunta ahora es: ¿Hay una relación entre las teorías de estos autores y la experiencia de una dictadura o es esta similitud biográfica mera co-incidencia?
Maturana: No es coincidencia, sino que explicable desde la historia. Infinidad de humanos, en el siglo pasado – el siglo de la revolución rusa, el fascismo y el nacionalsocialismo – estuvieron confrontados más o menos directamente con sistemas autoritarios. Por supuesto que puedo hablar sólo por mí, pero mi comprensión del poder no proviene de mis vivencias postgolpe en Chile, más bien al revés: mi vida bajo la dictadura estuvo marcada por mi comprensión del poder que resultaba de mi constante nostalgia de democracia. La toma de partido por la democracia naturalmente implica el rechazo de la dictadura, la que se convierte en el enemigo que está en constante acecho desde el fondo. Quien se compromete con la democratización de su país, muy luego se da cuenta cuán difícil y agotador es mantener viva una cultura democrática. Hay que enfrentarse con el ideal de perfección que está amplia y profundamente arraigado en nuestra cultura, y con el intento de instalar – aunque sea con medios represivos –formas de convivencia aparentemente perfectas y supuestamente democráticas. Por supuesto que uno está en oposición contra la dictadura, y consecuentemente se compromete con el individuo y no con los objetivos de algún colectivo, pero al mismo tiempo, si se lucha por la participación de los individuos que caracteriza la democracia, no se puede perder de vista la sociedad. Las personas que usted acaba de mencionar, creo que entendieron esas dificultades y comprendieron que no existe un antagonismo entre el individuo y la sociedad. En eso está su denominador común.
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