Entre filosofía y ciencias

Pörksen: ¿Cómo llegó a esta distinción algo inusitada entre filosofía y ciencias?

Maturana: Parte por una experiencia que tuve en Bregenz. Eran filósofos y seguidores de Karl Popper que me invitaron y me pidieron una crítica de la "epistemología evolutiva" de Konrad Lorenz, pero yo no quería hacerlo porque no me interesa criticar a un biólogo tan excelente como Lorenz, a pesar de que por supuesto tenemos ideas muy distintas. Por lo tanto, en mi conferencia hablé de lo cerrado del sistema nervioso y traté de demostrar de manera muy general y en relación a cualquier teoría del conocimiento, por qué nadie puede tener acceso a una realidad independientemente dada. Cuando por fin empezó la discusión, giró todo el tiempo alrededor del problema de la realidad. Alguien se paraba y me preguntaba: "¿Ha publicado algo?". — ¿"Por supuesto", le contesté, "en varias revistas en su biblioteca podrá encontrar mis artículos". "Ahí", quería saber a continuación, ''encontraré los artículos reales?". Y así por el estilo. Al final pidió la palabra uno de los filósofos y dijo: "Ahora, al final de la conferencia, estoy lleno de admiración. Nunca antes conoce a una persona que usa tan maravillosamente el idioma inglés para decir absolutamente nada".

Pörksen: No suena precisamente a un cumplido.

Maturana: Así es. Por lo tanto me pregunté qué quisieron decirme esas personas renombradas y sin duda inteligentes y cultas que estaban reunidas ahí. Finalmente, me vino la idea de que existe una diferencia fundamental entre teorías filosóficas y científicas: los que las bosquejan y formulan, quieren preservar cada vez algo diferente. No puedo más que repetir que cuando se trata de mantener la coherencia con la experiencia, se generan teorías científicas. Cuando se trata de mantener principios, se generan teorías filosóficas: los elementos empíricos que no calzan con estos principios, son descartados y despreciados. En ese sentido, una teoría filosófica inevitablemente tiene fuertes similitudes con una ideología. Desde el punto de vista de los filósofos de Bregenz, habla que mantener a toda costa la idea de una realidad independiente del observador que les resultaba incuestionable. Y por eso preguntaban dogmáticamente sólo en una dirección.

Pörksen: ¿Es posible determinar más exactamente las proporciones de la mezcla de filosofía y ciencias naturales contenida en sus trabajos? ¿Podríamos decir que plantea preguntas filosóficas y luego da respuestas científicas?

Maturana: El que filosofa, reflexiona — afirmo yo — sobre los fundamentos del propio quehacer. Y como eso es exactamente lo que hago, con cierta razón se me puede llamar un pensador filosófico. Pero en la búsqueda de respuestas procedo como científico, guiándome por la experiencia y formulando teorías científicas. Lo que encontramos en mis trabajos es, de hecho, una mezcla de pregunta filosófica y respuesta científica, y me parece acertada su observación. Pero en el fondo, si me preguntan por una etiqueta adecuada, preferirla describirme como un biólogo siempre empeñado en distinguir los distintos dominios: el dominio de la dinámica interna de un sistema y el dominio de las interacciones.

Pörksen: En sus libros prácticamente nunca se remite a modelos filosóficos. ¿No existen? ¿Desarrolló su neurosofía sin ocuparse de la tradición?

Maturana: Por supuesto que leí a algunos filósofos. Por ejemplo, me interesé por Platón y su maravillosa idea de la idea original, pero sus consideraciones fueron sin importancia para mi trabajo como biólogo que estudia la estructura de sistemas vivos y los procesos que resultan de esa estructura. Encontré fascinante la Fenomenología del espíritu de Hegel, y su descripción del amo y criado, pero mis conclusiones no las saqué de él. También la lectura de Así habló Zaratustra de Nietzsche fue muy esclarecedora para mí, pero no había razón para referirme a él como fuente de alguna cita. Naturalmente leí algo de Kant, estudié a Heidegger y Sartre y me ocupé de Merlau-Ponty. No obstante, mis preguntas no son producto de esas lecturas, porque todos esos autores – incluso cuando hablan de biología – argumentan filosóficamente, vale decir, al momento de generar teorías se empeñan en conservar principios. Ellos no son biólogos, y yo no tengo formación filosófica.

Pörksen: Pero, ¿no podríamos decir que usted argumenta como un científico que llega a las mismas conclusiones que la teoría del conocimiento filosófico? Por ejemplo, varias veces se ha dicho que sus ideas tendrían afinidad con las de Kant. Kant se concentra en el sujeto trascendental y habla de la inevitable determinación de toda percepción y de la imposibilidad de conocer lo absoluto, el ente en sí. Usted analiza e investiga al sujeto empírico y describe la dependencia de todo conocimiento del observador. Sus conclusiones son parecidas.

Maturana: Las similitudes que podríamos encontrar en las conclusiones, no son indicio de una coincidencia más profunda. Aquí cabe una pequeña analogía: pensemos en dos curvas que se cruzan en un punto, las coordenadas de esta intersección son las mismas para ambas, y sin embargo cada curva tiene una inclinación distinta, una forma diferente. Entonces, si bien Kant y yo de vez en cuando parecemos llegar a conclusiones similares, nuestros enunciados son fundamentalmente distintos y partimos de bases diferentes. Kant toma el camino de la reflexión filosófica, y yo argumento como biólogo. El habla de la imposibilidad de conocer el ente en sí como una realidad absolutamente dada y autónoma que es, para él, el último punto de referencia. Yo en cambio sostengo que no tiene sentido hablar de un ente en sí, incluso concediendo al mismo tiempo la imposibilidad de conocerlo: no hay modo de validar la existencia de ese ente, porque al hablar de él uno jamás podrá prescindir de la propia persona y la propia percepción.

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