La seducción estética
Pörksen: Usted aboga por un nuevo pensar, una forma más respetuosa de convivencia, pero al mismo tiempo intenta respetar absolutamente a aquellas personas que no quieren este cambio.
Maturana: Lo decisivo es que el cambio de conciencia de ninguna manera puede ser forzado. Tiene que resultar de la comprensión del ser humano individual. Por supuesto que deseo un mundo distinto, no voy a negarlo, aunque la sola idea de un cambio que afecte no sólo a la propia persona sino también a otros seres humanos, confronta inevitablemente con la tentación de la tiranía. Por supuesto que deseo un mundo de comunidades democráticas, un mundo en que vivan individuos cooperadores que se respeten a sí mismos y a los demás. Me gustaría aportar a esta forma de convivencia que sólo puede surgir sin presión y coerción; y sólo puedo hacerlo actuando desde ya como una persona de mentalidad democrática, tratando con eso de mantener viva la democracia. Vale decir: se hace el camino al andar. Los medios de que dispongo son expresión directa del fin que persigo. Nadie puede ser forzado a la democracia, nadie.
Pörksen: Usted está en la feliz situación de ser escuchado en las academias y universidades del mundo. ¿Qué haría si dejaran de escucharle? ¿Qué haría entonces?
Maturana: ¿Qué pasaría? Pero si eso es legítimo. A veces digo en alguna de mis conferencias que yo le agregué tres derechos al catálogo de los derechos humanos de las Naciones Unidas. Defiendo el derecho a cometer errores, el derecho a cambiar de opinión, y el derecho a abandonar la sala en cualquier momento. Porque el que puede cometer errores puede corregirse. El que tiene derecho a cambiar de opinión puede reflexionar. Y el que tiene la posibilidad de levantarse e irse, si se queda, es por su propia voluntad.
Pörksen: En su ensayo Biology of Cognition bosqueja en las últimas frases el concepto de la seducción estética. ¿Qué quiere decir con eso? ¿Cómo se utiliza lo bello y estético para convencer de manera grata?
Maturana: La idea de la seducción estética se basa en la comprensión que el ser humano goza con la belleza. Uno dice que algo es bello cuando se siente bien en las circunstancias en que se encuentra. Y al revés, la opinión que algo es feo y antiestético indica malestar; se constata una diferencia con respecto a las propias ideas de lo que es agradable y simpático. Lo estético abarca la armonía y el bienestar, el goce de lo dado en ese momento. Una visión agradable nos transforma. El que ve un cuadro hermoso volverá a mirarlo una y otra vez, goza con el juego de los colores, quizás le saque una foto o incluso desee comprarlo. La vida de esta persona se transforma en relación con ese cuadro que para él se convirtió en fuente de experiencia estética.
Pörksen: A mi me interesa saber qué significa para usted la idea de la seducción estética cuando escribe, cuando dicta conferencias, cuando da entrevistas. Esto suena como que le estoy preguntando por trucos retóricos y técnicas de manipulación. De todas maneras, ¿qué hace cuando intenta seducir a otro?
Maturana: De ningún modo tengo la intención de seducir o convencer manipulativamente. Si tratase de seducir de esa manera, la belleza desaparecería. El que intenta convencer ejerce presión y anula la posibilidad de escuchar. La presión siempre produce resentimiento. Cuando quiero manipular a una persona provoco resistencia: la manipulación significa utilizar la relación con otro de una manera que le sugiere que lo que sucede en cada momento le sirve o tiene ventajas para él. Pero en realidad son las actividades resultantes del manipulado, las que benefician al manipulador. Por lo tanto, en el fondo, manipular significa engañar.
Pörksen: Entonces, ¿qué hay que hacer?
Maturana: El único camino posible que me queda en el sentido de la seducción estética es ser totalmente el que soy, y no permitir ninguna discrepancia entre lo que hago y lo que digo. Por supuesto eso no excluye que en una conferencia uno dé algunos saltitos y actúe un poco. Pero no para convencer o seducir, sino para producir las experiencias que generan y hacen visible aquello de lo que estoy hablando. Las personas que me conocen de este modo pueden decidir si están dispuestas a aceptar lo que están viendo. Sólo si no hay discrepancia entre lo que digo y hago, sólo si no simulo nada ni quiero lograr nada por la fuerza, sólo entonces puede desplegarse la seducción estética. Los otros que escuchan o participan en la conversación se sienten aceptados de una manera que también les permite mostrarse de una manera auténtica y por lo tanto agradable para ellos. No son atacados, no son obligados a nada; cuando alguien se muestra desnudo y sin defensas, ellos también pueden mostrarse tal como son. Un trato así siempre es seductor de un modo respetuoso, porque todas las preguntas y temores de pronto se vuelven legítimos y se abren posibilidades de encuentro completamente nuevas.
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