La era de la autobservación

Pörksen: Mi tesis es que vivimos en la era de la auto observación. Está de moda ocuparse constantemente de los propios sentimientos, pensamientos, estados de ánimo y convicciones, y meditar sobre su volubilidad. Esta nostalgia de la terapia de por vida, ¿podría ser una razón de la enorme popularidad que goza su teoría del observador?

Maturana: Es posible, a pesar de que por supuesto sería un malentendido total si se pensara que de alguna manera propongo o recomiendo la autobservación permanente, sólo porque hablo de la operación de observar. En ese caso me habría hecho conocido por una interpretación equivocada de mi pensamiento, lo cual también puede ser totalmente posible. En todo caso, diría que la sabiduría de un ser humano no consiste en una autobservación permanente sino que en su capacidad de reflexión, en su disposición a abandonar aquellas convicciones que impiden una percepción precisa de las situaciones específicas. El sabio no está observándose permanentemente, no está apegado a las cosas, no se deja guiar por las verdades últimas que le prescriben cómo habrían de actuar él u otros.

Pörksen: Una pregunta terminológica: ¿Qué es un observador? ¿Cómo definirla el concepto?

Maturana: Entiendo el observar como una operación humana que requiere del lenguaje y presupone la conciencia de estar observando algo en ese momento. Al gato que está miran do un pájaro no lo considero un observador. Mira al pájaro y por todo lo que sabemos no está en condiciones de comentar su propio actuar o de preguntarse si está actuando correcta y adecuadamente; desde nuestra perspectiva, el gato puede estar haciendo lo correcto o no, pero el gato mismo no reflexiona sobre su propio actuar. Sólo los seres humanos hacemos eso.

Pörksen: Quien observa practica la autorreflexión.

Maturana: Exactamente. Toma conciencia de que emplea una distinción para distinguir algo, y tiene claro que está viendo y percibiendo algo. O sea a alguien que simplemente está mirando por la ventana no lo llamaría observador. Y eso significa también que la mayor parte de nuestras vidas no operamos como observadores; simplemente hacemos nuestra vida, sin preguntarnos qué estamos haciendo en ese momento.

Pörksen: En sus libros, usted habla de un observador estándar y un súperobservador. Eso suena como si fuera posible detectar distintos grados de comprensión.

Maturana: No, esta distinción hay que verla de otra manera. Cuando la formulé puede ser que haya estado algo complica do para describir operaciones del observar que son idénticas pero también distintas. Un observador estándar es cualquiera de nosotros que observa. Pero en el preciso instante en que uno se pregunta qué está haciendo en ese momento, si bien uno sigue operando como un observador, al mismo tiempo se encuentra en una posición y situación diferente: uno se convierte, podríamos decir también, en metaobservador. Este meta o súper observador se trata a sí mismo como objeto, y observa – operando como observador – las propias observaciones.

Pörksen: "La objetividad", escribe Heinz von Foerster en una declaración de la American Society for Cybernetics, "es la alucinación de poder hacer observaciones sin observador. La apelación a la objetividad es el rechazo de la responsabilidad; de ahí su popularidad". Usted trabajó con Heinz von Foerster a fines de los años sesenta. ¿Cómo interpreta estas frases?

Maturana: Tratan de la creencia que es posible separar las observaciones de lo observado; la propia persona no aparece como central, se cree que es sustituible porque la observación simplemente estaría sucediendo y bastaría con registrar lo que está pasando, es decir que se pierde de vista el propio actuar. Entonces, una razón externa, la realidad o la verdad, sirven como confirmación de algún enunciado. Con eso, la base de los propios juicios aparentemente está más allá de la propia persona. Por lo tanto, nadie – reza la conclusión – puede responsabilizarlo a uno por estos juicios, ya que supuestamente no tienen nada que ver con las propias preferencias o intereses.

Pörksen: En cambio, sus reflexiones me parecen indicar más bien en la dirección contraria: uno toma conciencia que es responsable de sus declaraciones y percepciones.

Maturana: Exactamente. Cuando se toma conciencia de estar observando, y se toma conciencia de estar consciente de que es uno quien hace las distinciones, entra a un nuevo dominio de experiencia. Con la conciencia de la conciencia y el conocer del conocer, aparece la responsabilidad por lo que uno hace y recién configura mediante las propias operaciones de distinción. Una comprensión así tiene algo de ineludible: una vez que uno ha entendido eso, ya no puede pretender que no está consciente del propio conocer, siendo que está consciente de él y tiene conciencia de esta conciencia. Más aún: el concepto del observador inspira a ocuparse de la operación del observar y a enfrentarse a la situación circular del conocer el conocer. Porque es un observador quien observa y busca explicar el observar; es un cerebro que busca explicar el cerebro. A menudo, problemas reflexivos como estos son considerados como inaceptables y sin solución. En cambio, mi proposición consiste en aceptar plenamente la situación circular inicial y convertirse uno mismo en instrumento, precisamente para responder la pregunta acerca de la propia experiencia y el propio hacer mediante el propio hacer. Se trata de observar las operaciones que surgen de la experiencia que uno quiere explicar.

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