El tratado biológico-filosófico

Pörksen: En 1968 salió nuevamente de Chile para visitar por diez meses al biofísico y cibernético Heinz von Foerster en su Biological Computer Laboratorium (BCL). El BCL de la Universidad de Illinois era entonces una pequeña e interdisciplinaria república de sabios. Allí trabajaban neurobiólogos, electrotécnicos e investigadores de delfines junto con filósofos, físicos y lógicos, y de él salieron numerosos trabajos de investigación que hasta el día de hoy marcan la pauta en la discusión de temas de la teoría del conocimiento. También su artículo seguramente más famoso, Biology of Cognition, se publicó por primera vez como informe de investigación del BCL. Cómo se gestó este texto?

Maturana: Pocas semanas después de mi llegada en noviembre de 1968, Heinz von Foerster me pidió que preparase una conferencia para un congreso que se realizaría en Chicago bajo el título Cognition: a Multiple View. Entre otros, también asistirían antropólogos a este evento organizado por la Wenner Gren Foundation. Mi tarea consistía en presentar la neurofisiología de la cognición. Sin duda – fue lo primero que pensé – cuando les hable de impulsos nerviosos y sinapsis, esta gente me escuchará amablemente, pero después pasarán a otro tema, olvidándose de lo que dije con la velocidad de un rayo. Pero yo no quería ser olvidado. Por eso redacté, en un estilo más sencillo, una síntesis de la comprensión que entonces tenla del sistema nervioso y la cognición, y hablé sobre el observador.

Pörksen: "Todo lo dicho", podemos leer en el articulo que se publicó después, "es dicho por un observador".

Maturana: Exactamente, esa frase la escribí en la pizarra durante mi exposición, y desde ese momento el observador estuvo presente en todas las conversaciones del evento. Ya que había decidido hablar sobre el proceso de conocer, inevitablemente el que conoce, en tanto condición esencial del proceso, pasó a primer plano. Quería enfatizar que es imposible separar lo que se dice de quien lo dice. No hay separación posible de hablante y hablado. El observador necesariamente es la fuente de todo. Fue una evidencia esencial para los antropólogos que participaron en el congreso.

Pörksen: ¿Y cómo llegó a la publicación de Biology of Cognition?

Maturana: Cuando volví al BCL, reformulé el texto de mi conferencia en una nueva versión y se lo pasé a Heinz von Foerster para que junto con un estudiante corrigieran mi inglés – que él llamaba spanglish – y eliminaran las redundancias. Cuando me devolvió mi artículo, me espanté. Mi artículo me parecía destruido. Si sólo borré las repeticiones, me dijo Heinz von Foerster, pero según mi modo de ver, había "linearizado" mi forma circular de discurso.

Pörksen: Imagino que por lo general para usted debe ser difícil escribir artículos cortos, ya que la brevedad de un texto impide una exposición detallada. Y con eso, el proceso circular de generación de conocimiento inevitablemente se interrumpe en un punto determinado.

Maturana: También veo ese problema. Normalmente uno habla o escribe sobre algo que posee una existencia independiente del observador, pero eso es justamente lo que no quiero, y por lo tanto intento hablar y escribir de una manera distinta que demuestre que no existe ningún ente dado que pueda ser separado del observador. De hecho, me parece difícil hacer visible, al momento de escribir, ese proceso de generación de lo que normalmente se considera como dado.

Pörksen: Eso significa que una nueva forma de pensar también exige nuevas formas de hablar y escribir. Sin embargo, hay otro problema más: quien quiera despertar una sensibilidad para la circularidad de todo conocimiento, lisa y llanamente necesita tiempo. Tiene que transformar paso a paso un realismo cotidiano firmemente anclado, en una nueva cosmovisión que quizás genere una nueva percepción. Pero eso requiere fuerza y energía. Ese trabajo de convicción, en un mundo educado para la comprensión rápida ¿no resulta también agotador?

Maturana: Ese no es mi problema; no quiero convencer a nadie ni convertirlo a un enfoque circular. No soy un revolucionario ni me veo como misionero encargado de cambiar el mundo, sino que simplemente quiero demostrar cuáles son los procesos que generan una entidad determinada. Eso es todo. Vivo como si tuviera todo el tiempo del mundo, sin apuro, sin urgencia, siguiendo mi propio ritmo. Antes – incluso hasta comienzos de los años sesenta – la cosa no era así. Entonces quería convencer a otras personas de mis puntos de vista. Pero hoy en día soy inmune a esta pretensión, porque un día un amigo me dijo: "Mientras más tratas de convencer, más crédito pierdes". Y creo que tiene razón.

Pörksen: En restrospectiva, usted escribió sobre Heinz von Foerster y el tiempo que compartieron en el BCL: "Quizás no colaboramos de una manera habitual, pero conversamos mucho, nos abrazamos a menudo, mientras desarrollábamos la idea de un tratado biológico-filosófico para cuya redacción nunca nos alcanzó el tiempo". ¿Cómo conoció a Heinz von Foerster? ¿Cómo nació el contacto?

Maturana: No lo conocí a través de ningún complejo debate intelectual, sino compartiendo de forma lúdica y alegre al margen de una conferencia de fisiólogos en Leiden, Holanda. Cuando la reina holandesa tomó la palabra durante la ceremonia de apertura para agradecer al organizador del evento, los dos nos arrancamos casi al mismo tiempo. Nos encontramos mientras íbamos saliendo, constatamos que nos cargaban las ceremonias y decidimos viajar juntos a Amsterdam para visitar los museos. Fue un paseo delicioso, reímos mucho y lo pasamos bien, como dos viejos compañeros de juegos.

Pörksen: ¿Cómo funcionaba su colaboración en el BCL?

Maturana: En ese tiempo, Heinz von Foerster acostumbraba a trabajar hasta muy avanzada la noche, o mejor dicho hasta la madrugada, y rara vez aparecía en el laboratorio antes del mediodía. Entonces solfa pasar directamente donde yo estaba y conversábamos un poco. Participé en el seminario de heurística que ofrecía con Herbert Brünn, donde yo cumplía, según creo, la función de un oráculo un poco extraño que hablaba muy poco. A veces decía algo sobre el observador y la doble mirada con que se puede observar un sistema, y todos callaban hasta que la conversación comenzaba nuevamente a fluir. Durante mi tiempo en el BCL trabajé con muchos estudiantes diferentes, a veces conversaba con los cibernéticos Ross Ashby o el filósofo Gotthard Giinther que también enseñaban ahí en esos meses, y también trabajaba en el texto de mi Biology of Cognition, y sobre todo iba a ver muy seguido a Heinz von Foerster en el laboratorio o en su casa en Illinois.

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