Se necesitaría un milagro
Pörksen: De modo que usted ubica la experiencia del actuar responsable y del libre albedrío en el nivel de las reflexiones. De esta manera, si le entiendo bien, se concilia la experiencia de ser libre con el determinismo estructural. ¿Cómo podemos entonces, desde su perspectiva, ver el factor sorpresa? Porque el discurso de los sistemas estructuralmente determinados hace pensar que en el fondo todas las conductas posibles son predecibles y calculables.
Maturana: El que hace una predicción habla de las expectativas que tiene como observador: cree conocer todas los factores que pueden influenciar un sistema y afirma que de un estado resultará tal otro, el cual también será observable. Pero los sistemas vivos no son calculables en este sentido, aunque operen determinados por su estructura. O sea, el determinismo estructural no implica previsibilidad sino que se refiere solamente a las coherencias estructurales del momento que cambian permanentemente. Bajo estructura de un sistema, permítame recordarle, entiendo los elementos y las relaciones entre estos elementos, que lo convierten en un sistema de un tipo especial. Cuando cambian los elementos o las relaciones entre éste, se transforma la estructura. Ahora que usted se movió en su silla, modificó su estructura; cuando habla, o calla y escucha, su estructura cambia. No es rígida y firme, sino que cambia permanentemente.
Pörksen: Lo que queda es el juego intelectual, ¿bajo qué circunstancias el determinismo estructural perderla su vigencia? Con otras palabras, ¿puede indicar las condiciones bajo las cuales lo muerto y lo vivo dejarla de estar sometido al determinismo estructural universal?
Maturana: Solamente el hecho de un milagro anula al determinismo estructural. Súbitamente, algo imposible aparece como posible. De repente sucede algo inexplicable y completamente inesperado. Quizás un ejemplo sirva: imaginémosnos a una persona que merece ser llamada santa. Muchas veces, como prueba de su santidad, suceden milagros que supuestamente hizo y que nosotros le atribuimos. Ahí está el enfermo, desahuciado por la medicina moderna, que reza a este santo y le ruega encarecidamente que le ayude. Y para sorpresa de los médicos, de repente se recupera, su enfermedad desaparece y está sano. ¿Qué pasó? No se sabe, y quizás por siempre nos parecerá inexplicable. Un hecho as( evidencia el atributo esencial de un milagro: la aparente anulación del determinismo estructural.
Pörksen: El filósofo Karl Popper y los seguidores de su teoría del conocimiento exigen que siempre se indiquen las condiciones que puedan rebatir o falsificar las propias suposiciones. Recién esto daría a una afirmación el rango de hipótesis científica. ¿Pero acaso no es un poco incómodo ver que es casi imposible refutar el determinismo estructural? Un milagro aislado que alguien pueda haber vivido mal puede servir de ejemplo contrario.
Maturana: Por favor recuerde que Karl Popper lo único que pide es que se indique qué situación especifica y qué fenómeno específico falsifican la propia hipótesis. Hay que poder imaginarse las condiciones de falsificación, esa es la exigencia que plantea. Y exactamente ese requisito lo cumplo, señalando la condición de falsificación decisiva: es un milagro lo que invalida el determinismo estructural. En la teoría de Karl Popper, la dificultad o imposibilidad de falsificación no aparece como relevante cuando se trata de decidir si un supuesto es una hipótesis científica o una declaración. La declaración permanece válida hasta que haya sido rebatida.
Pörksen: ¿Y cuenta con una falsificación? ¿Espera un milagro?
Maturana: No. Y tampoco creo que los milagros sean algo que sirvan mucho, me parecen ser eventos bastante poco prácticos. Piense en la historia del rey Midas de Firgia que le prestó servicios al dios Dionisio. Trata en forma satírica del sinsentido de los milagros que suspenden el determinismo estructural. Dionisio le preguntó al rey Midas qué recompensa quería por sus servicios, y el rey le contestó que deseaba que todo lo que tocara se convirtiese en oro. Y así fue. Tocó el pasto: ¡oro!, tocó la mesa y ¡oro! Feliz regresó a su casa donde su hija corrió a saludarlo. La abrazó, y se puso tiesa, ¡oro! ¿En qué consiste la tragedia del rey Midas? Mi respuesta es que su tragedia consiste en que no podía convertirse en químico analítico. Todo lo que tocaba, para él era lo mismo: oro.
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