Construcción de la enfermedad

Pörksen: Quizás éste sea un buen momento para pasar, después de nuestra conversación sobre los efectos terapéuticos del amor y el poder de la cultura, a otro tema más próximo a su trabajo como epistemólogo. Porque hay que preguntarse qué significa, desde su perspectiva, el concepto de salud mental o normalidad. O al revés, los psiquiatras dicen que un paciente que está alucinando perdió "su nexo con la realidad"; sus fórmulas diagnósticas están ontológicamente contaminadas, porque implícitamente parten de una realidad conocible que constituye la base del diagnóstico. Ahora, usted dice que toda construcción de realidad depende inevitablemente del observador. Entonces, ¿qué significa estar enfermo y dejar de ser normal?

Maturana: Déjeme contestarle de la siguiente manera: En el dominio de lo biológico no encontramos patologías. Un gato no es un tigre subdesarrollado y un tigre no es un gato patológicamente arrogante. La garrapata que chupa su sangre no es mala o vil, sino que está haciendo su vida, y sucede que usted forma parte del pie del que se está alimentando. Vale decir que todas las formas de vida deben ser consideradas legítimas. Para el que sigue el camino de la objetividad entre paréntesis, una patología no es una característica de un mundo que existe con independencia del observador, una enfermedad es para él un estado que un observador - de acuerdo con sus preferencias - encuentra indeseable. Ser normal y sano significa por lo tanto que uno, en el devenir de la vida, no hace ningún esfuerzo por cambiar la propia situación con ayuda de otro. No existe la patología en sí, ni los problemas en sí, ni tampoco enfermedades independientes de los deseos y preferencias de un observador.

Pörksen: ¿Quién define o deberla definir lo que es normalidad? Porque podemos imaginar que alguien puede estar gozando perfectamente su psicosis mientras que sus familiares sienten que deben poner fin a su especial placer e internarlo en una clínica. El médico Thure von Uexküll relató una vez que la altísima fiebre que tuvo en el contexto de una severa enfermedad, le dio una de las experiencias más hermosas de su vida.

Maturana: No podemos dar una respuesta sobre qué hacer con alguien que es etiquetado de enfermo y sin embargo se siente muy bien. No existe un criterio estable que guíe el procedimiento porque todo depende de las emociones que determinan el actuar. Quizás uno sienta temor frente a la supuesta locura de una persona, quizás la ame y haga algo para protegerla de su muerte segura, pero quizás también alguien no está más que hablando de un modo aparentemente tan peligroso o revolucionario que a otro le da miedo perder sus privilegios, y se le ocurre la idea de declarar las reivindicaciones sociales como síntoma de una patología especial, de la que urgentemente hay que proteger a la sociedad. Como se sabe, en la Unión Soviética, con el simple argumento que sus ideas eran patológicas, innumerables disidentes fueron internados en hospitales psiquiátricos donde recibían terapias de electroshock contra sus "alucinaciones democráticas". La atribución de enfermedad constituye la base para terminar con cualquier discusión ulterior.

Pörksen: ¿Cuáles serian las consecuencias de su enfoque? ¿Habría que abrir los psiquiátricos para liberar a los así llamados enfermos que sólo han sido descritos como tales por un observador?

Maturana: Estas personas son etiquetadas de patológicas precisamente para que no puedan salir. Pero quiero ser muy claro: de ninguna manera abogo por una liberación de pacientes, cualquiera que sea, no tiene que ser esa la consecuencia, porque nuevamente se estarla aplicando alguna teoría sin una compren‑

Sión cabal de la situación específica. Pero sí habría que desarrollar - ese serla mi objetivo - una conciencia de la propia responsabilidad que se tiene cuando se describe un estado como enfermo o anormal: quienquiera que haga eso, ha hecho una opción. No existe para esta decisión ninguna razón superior, ninguna explicación absolutamente válida, ni ninguna justificación independiente del observador.

Pörksen: Usted mismo lo dice: no es terapeuta sino un biólogo que se ocupa de las cuestiones fundamentales de la filosofía. Pero de hecho sus ideas han entrado con fuerza en la psicoterapia y las disciplinas relacionadas con el cambio del ser humano, pedagogía y teorías de liderazgo. ¿Cómo se explica este interés especial y su popularidad?

Maturana: De entrada quisiera decir que esta repentina ola de notoriedad no me afectó mayormente porque vivo en Chile y simplemente no puedo aceptar todas las invitaciones que recibo. Por supuesto que fue sumamente instructivo conocer mejor el trabajo de los terapeutas familiares, pero la admiración de otros siempre me ha hecho cuestionarme por qué y con qué grado de entendimiento uno es admirado y qué sucede cuando alguien se da cuenta que yo no represento todas esas magnificas ideas que 61, entusiastamente, cree descubrir en mis escritos. Pienso que probablemente muchos terapeutas están fascinados porque mis trabajos como biólogo les permiten comprender cómo también una familia constituye un multiverso de realidades diferentes, y por qué los distintos miembros de una familia, con todas sus declaraciones divergentes, al mismo tiempo tienen todos razón.

Pörksen: Los años ochenta fueron la era de la teoría en los círculos psicoterapéuticos, hoy, nuevamente los artesanos prácticos y los joyeros pragmáticos parecen estar dominando la escena. Usted mismo se hizo famoso de un día para otro en 1981, gracias a una explosiva conferencia del terapeuta familiar norteamericano Paul Dell. Cuando le Llegó su turno en un simposio en Zurich, lanzó al público su nuevo credo con la vehemencia de un neófito: "No existe información", se le escuchó decir, "Una enfermedad en sí no existe. El conocimiento de la verdad es imposible", etc. ¿Cómo se plantea hoy su relación con el mundo de la psicoterapia?

Maturana: Entretanto, mi nivel de popularidad aquí ha vuelto a bajar considerablemente, lo que es perfectamente entendible en una cultura que tiene unas ansias insaciables de lo novedoso, que incesantemente busca llevar todo inmediatamente a la práctica y transformarlo en un método que produzca un resultado previsible del modo más eficiente posible. Soy completamente inútil como representante de este enfoque eficientista dominante, porque justamente demuestro que es absolutamente imposible desarrollar un método universal para cambiar al ser humano. Uno siempre se encontrará con el otro en un ámbito de inseguridad fundamental, y todo lo que nos queda es el intento por crear una forma de existencia que nos permita una danza conjunta. Quizás algún día – para el que está trabajando como terapeuta – el cliente se sienta cambiado y podrá retomar las riendas de su vida sin ayuda externa.

Pörksen: Una última pregunta u observación. Desde mi punto de vista, la aplicación de sus teorías en la terapia, o también en los cursos de liderazgo, se ubica siempre entre dos extremos. En un extremo, sus seguidores actúan con una nueva conciencia de complejidad, guiados por una emoción de humildad y la profunda convicción de que no se puede cambiar el mundo conforme a los propios ideales e ideas de control; que hay que tener respeto por todos los participantes, por la trama sólo parcialmente asible de los elementos interactuantes. En el otro extremo, desde hace algún tiempo sus teorías están siendo tratadas como instrumentos para una manipulación aún más exitosa. El lema aquí es: ya que se sabe cómo es posible irritar a sistemas cerrados, estos conocimientos pueden ser convenientemente utilizados. Estos dos extremos de aprovechamiento están presentes, según mi opinión, en las biografías profesionales de muchos teóricos sistémicos. Drásticamente, antes se estaba cerca de una nueva mística, ahora se trabaja como consultor de gerencia; antes se trataba de un nuevo espíritu, ahora es mejor ser un nuevo rico.

Maturana: Si usted está en lo cierto con esta apreciación, entonces quiero decir muy claramente que percibo esto como una distorsión de mi pensamiento. La comprensión de mi trabajo, en estos intentos de manipulación, no sirve para crear una forma de vida más humana, sino que los conocimientos correspondientes son utilizados para el propio beneficio, para el enriquecimiento de unos pocos regidos por el pensamiento eficientista, las ansias de control y la sed de éxito imperantes en nuestra cultura. Y sin embargo, no me queda más que simplemente aceptar también esta tendencia, confiando al mismo tiempo en la naturaleza humana, y manteniendo la confianza en que otros utilizarán mis trabajos con mayor énfasis en el bienestar de todos. Si tratara de evitar un abuso de mis ideas, inevitablemente me convertirla en un tirano. Y con eso estarla negando la biología del conocer y la biología del amar.

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