II
APLICACIÓN DE UNA TEORÍA
1. PSICOTERAPIA
La mirada sistémica
Pörksen: Sus conceptos y modelos de pensamiento fueron acogidos con entusiasmo, sobre todo en la psicoterapia, y literalmente celebrados en los congresos. A mediados de los años ochenta era casi imposible encontrar una revista importante de terapia familiar sin alguna cita suya. Y a veces parecía como si cada terapeuta interesado en la teoría sistémica y constructivista, estuviese transformándose en un sabio imbuido de la teoría del conocimiento. Este interés fenomenal por sus trabajos, sin embargo, me extraña un poco, porque en el fondo, si tomamos en serio lo que dice, la actividad psicoterapéutica aparece como una actividad perfectamente incalculable. Afirma que los humanos serian imposibles de dirigir linealmente o intervenir instructivamente, y con esa acepción se viene abajo inmediatamente el ideal de sanación y el pensar en términos de eficiencia de toda una generación de terapeutas.
Maturana: Yo diría que no pierde su sentido la terapia, sino sólo cierta comprensión de ésta que se basa en una interpretación lineal de causalidad. El que afirma que conoce un procedimiento con validez eterna para liberarnos del dolor y sufrimiento, inevitablemente desaprobará mis ideas. Nadie está en condiciones de determinar sistemáticamente lo que pasa al interior de otra persona. Nadie es capaz de intervenir instructivamente un sistema estructuralmente determinado - a otra persona - y determinar sistemáticamente cómo se comportará este sistema vivo al momento de ser confrontado con una determinada comprensión o experiencia.
Pörksen: Pero igual podemos suponer que cada terapeuta desea sanar a sus pacientes, y el que carga con ese deseo de sanar, en el fondo también necesita - esa es mi tesis - un concepto trivial de causalidad. Necesita un pensamiento mecanicista bruto, o si no, su esfuerzo pierde sentido y se transforma en una actividad completamente impronosticable.
Maturana: Por supuesto que cada terapeuta desea poder ayudar, pero el hecho de que piense que está aplicando sus técnicas certeramente y al punto, no significa de ninguna manera que siempre logrará los efectos deseados. Por mucho que haga, los efectos potencialmente sanadores se desplegarán recién fuera de la consulta, en un ámbito de relaciones humanas que es distinto al universo de imágenes, conversaciones y experiencias que se dan dentro de ese recinto. Que un terapeuta tenga determinadas intenciones o teorías sobre cómo cambiar a un ser humano, no significa nada, ya que sus reflexiones o deseos de ninguna manera pueden ser traducidas linealmente a resultados específicos en el ámbito de las relaciones interpersonales del cliente. No podrá hacer más que clasificar en categorías conocidas el mal de esa persona que se acerca a consultarle, para decirle a continuación que normalmente parecieran estar indicadas determinadas conductas. Pero esto no es un saber absoluto.
Pörksen: ¿Será posible que sus trabajos sean tan populares en los círculos terapéuticos porque pueden ser utilizados como una teoría de descargo? Un conocido psicoterapeuta que se remite a usted, escribe: "Una vez abandonado el mito de la interacción instructiva, el terapeuta constructivista también puede abandonarla idea de que es responsable de lograr que su cliente se mejore o sane". Dicho al revés: Aunque el paciente empeore, el terapeuta es necesariamente inocente; esta es la justificación perfecta para salir al paso de cualquier situación.
Maturana: En este tema hay que argumentar con más precisión. Por supuesto que no se me puede hacer responsable de lo que otro hace con lo que digo o hago, con cómo recibe, entiende o interpreta mis acciones. Escucha lo que escucha, entiende lo que entiende, y hace lo que hace. De hecho no es posible decir que una declaración o acción haya gatillado en una persona exactamente el resultado intencionado, del cual — debido a la intervención efectiva — uno podría ser responsabilizado de alguna manera. En ese sentido comparto la opinión del autor de la cita. Pero es sólo una cara de la medalla. Si bien no se me puede hacer responsable por la forma de actuar de una persona, sí soy plenamente responsable de lo que, según mi propio entendimiento, digo, hago y causo en las relaciones interpersonales y en una red sistémica. Quizás actúe para ayudar a otro, pero quizás también para engañarle o manipularle. Y estas distintas intenciones condicionan cada vez acciones distintas.
Pörksen: Entonces, su exigencia central a la comunidad terapéutica dice: despídete de la idea de poder controlar y determinar al otro, pero a la vez hazte responsable de tus actos.
Maturana: Sí, seguro. Y el que entiende que no puede determinar cómo se conducirá una persona, también se da cuenta que la calidad de su actuar depende de su sabiduría. Por lo tanto, afirmo que la sabiduría de un terapeuta se manifiesta en su capacidad de escuchar con imparcialidad, en una actitud abierta y de aceptación. Entonces, nada de lo que vaya a manifestarse en una relación será distorsionado por las propias inclinaciones, técnicas de manipulación o deseos de control, mas será percibido en la forma como se manifiesta. Para lograr eso, uno tiene que escuchar con tantos oídos como sea posible, evitando que la propia percepción sea enturbiada por juicios precipitados, y consciente de las propias emociones que tiñen el acto de escuchar: si uno siente curiosidad, enojo, envidia o superioridad frente a su interlocutor, siempre escuchará de una manera que inevitablemente limitará otras posibilidades de encuentro. Su atención será cautiva de determinadas características del otro. La única emoción que no limita el propio entendimiento sino que lo amplia, es el amor.
Pörksen: Amor es un concepto peligroso cuando se trata del encuentro terapeuta-paciente. Inmediatamente aparecen imágenes de abuso, o en todo caso se teme una pérdida de distancia de algún modo sospechosa. Pero quizás en este juicio apresurado sólo se exprese mi negativa de seguir escuchándole en este momento.
Maturana: Podría ser. Si uno analiza qué dice alguien cuando habla de temor, odio, o también amor, siempre verá que entrega información sobre el dominio conductual en que se encuentra momentáneamente, o desde el cual quiere actuar. La distinción de diferentes emociones corresponde a la forma de contactarse que uno mismo u otro favorece o ya está practicando. Las emociones están en la base de cualquier acción, son el fundamento de la actividad. En ellas se expresa la figura relacional en que opera una persona.
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