II. REGRESO A CHILE

Competir significa depender

Pörksen: En 1960 hay un quiebre en su biografía profesional. Ese año vuelve a Chile, dejando atrás el epicentro de la ciencia occidental, a pesar de que bien podría haber tenido éxito en los círculos de investigación americanos. La decisión de abandonar los Estados Unidos, a primera vista parece un poco extraña. ¿Cuál fue la razón para salirse del MIT? El crítico de computación Joseph Weizenbaum, que pasó ahí casi toda su vida profesional, me dijo una vez que conocía a gente que darla su brazo derecho por llegar a esa universidad. Una imagen bastante sangrienta que habla del enorme atractivo del MIT. Usted en cambio se retiró y volvió la espalda a Norteamérica. ¿Cómo llegó a eso?

Maturana: Varias razones aportaron a esta decisión. Por una parte en Chile estaba protegido de la competencia dura del quehacer científico. No soy nadie a quien le guste competir, que aspire a desarrollar sus ideas en oposición a otros, o a presentarlas bajo forma de crítica a teorías o conceptos preexistentes. En cambio, prefiero una forma de existencia independiente que no limite la libertad de pensar. Quien deja de competir puede concentrarse en sus cualidades específicas, se fija sus propias normas y responde ante sí mismo y nadie más. El tema deja de ser si publicaste más que otro, si llegaste más lejos, si eres más cotizado o si hiciste más experimentos, sino que prefieres ser autónomo en tu pensar y no orientarte por las expectativas que alguien pueda tener. En cambio, el que compite considera el trabajo de otros como el criterio de calidad decisivo también para la propia persona.

Pörksen: Si le entiendo bien, competencia en realidad significa dependencia.

Maturana: Así es. Te haces dependiente, incluso puedes perder tu autonomía. Para mí, Chile en esos años era un territorio libre de competencia. Y por el otro lado, y eso también contribuyó a mi retorno, me sentía responsable por mi país que desde mi infancia me había dado tanto: cuando estuve enfermo recibí ayuda y sanación, cuando fui a la escuela, yo, que no tenía dinero, tuve la oportunidad de aprender, y cuando estudié en la universidad pude hacerlo sin pagar.

Pörksen: ¿Cómo sintió el salto a un mundo tan diferente? ¿Nunca sintió nostalgia del quehacer científico norteamericano?

Maturana: Por supuesto que estaba muy consciente de que en Chile ya no podría seguir trabajando en primera línea de la investigación, y me pregunté qué debla hacer. ¿Serla el motivo perfecto para una depresión? ¿Me convenía cambiar de profesión para ganar fuera de la universidad un sueldo más acorde con mis necesidades? ¿Sería mejor volver a los Estados Unidos, donde me hablan ofrecido un profesorado en la universidad de St. Louis? ¿O simplemente me convenía seguir con lo que habla empezado? Opté por esto último, vale decir, no me deprimí, no me quejé, ni tampoco regresé a Norteamérica, sino que me quedé en Chile y en la universidad para seguir trabajando a mi manera.

Pörksen: Ocasionalmente, en sus artículos y libros usted insinuó que sus hipótesis provocaron más de una vez hostilidades por parte del establishment científico. Cuando estaba estudiando la percepción de colores de las palomas y empezó a hablar del sistema nervioso como cerrado, imagino que no se hizo demasiados amigos. En sus comienzos, usted probablemente también fue un científico con una orientación esencialmente realista.

Maturana: Cierto. Incluso en I965 escribí un breve articulo para una revista de la facultad de medicina (en la cual trabajé como asistente después de mi regreso) donde decía que el quehacer científico está basado en dos supuestos fundamentales: había que partir de la base que existe una realidad independiente del observador, y que las propias afirmaciones tienen una relación conocible con esa realidad, aunque uno quizás nunca estará en condiciones de poder comprenderla completamente. Sin embargo, pocos meses después de la publicación de ese artículo, mi postura dio un vuelco total. Descubrí que no era posible establecer una correlación unívoca entre un color de cierta longitud de onda y la actividad de las células retinales de las palomas. Y cuando di a conocer mis consideraciones al respecto y las discuta con mis colegas, muchos miembros de la facultad dijeron que me había vuelto loco.

Pörksen: Se dice que un día lo llamaron ante el director de la facultad de medicina para decirle que su investigación científica ya no tenla nada que ver con la realidad. Por lo vista circulaba el rumor de que un joven científico superdotado lamentablemente se había descarriado del camino de una ciencia todavía aceptable. ¿Es verdad que fue así?

Maturana: En lo medular, sí. La opinión era que tenla talento pero no era productivo, o más precisamente que no era creativo. Me dijeron que si no me hubiera metido en el tema de la cognición y en cambio hubiera seguido con los experimentos que venta haciendo, hace tiempo ya tendría un premio Nobel. Les devolví la pregunta: "¿Me están pidiendo que deje la facultad de medicina?", a lo que me contestaron afirmativamente. Claro que me dolió algo esa obvia incomprensión de mi trabajo, pero un día un amigo me preguntó si de veras necesitaba ser comprendido, si esa comprensión de parte de los otros era tan importante para mí. En el fondo, pensé, tiene razón. ¿Por qué uno tendría que ser comprendido? Lo que me parecía realmente importante era seguir trabajando seriamente; y en el intertanto no le hice el quite a ninguna disputa y defendí firmemente mis puntos de vista. Quizás me consideraban loco, pero eso no me impresionó ni me presionó mayormente, porque rebatido no estaba.

Pörksen: El que estudia la historia de la ciencia encuentra diversos casos de un terrorismo de la verdad que a veces termina quebrando a los afectados. Con todo, también es pensable que hubiese terminado su carrera como un perfecto desconocido en la periferia de la investigación, y nunca nadie se habría enterado de su trabajo sobre la percepción del color de las palomas o la biología del conocimiento.

Maturana: Es pensable, pero no pasó. Ya a comienzos de los años 60 en Santiago existía en la Universidad de Chile el proyecto de crear un centro para la formación de jóvenes científicos. Participé en la fundación de esta facultad de ciencias, donde fui elegido docente y posteriormente nombrado profesor.

No hay comentarios: