Lo que el ojo de la rana le cuenta al cerebro de la rana
Pörksen: ¿En qué trabajó en el MIT? ¿Cuáles fueron sus temas?
Maturana: Debe saber que me gusta mucho tener mi propio espacio donde hacer cosas y no es necesario que todos sepan lo que estoy haciendo. En octubre de 1960, en mi propio pequeño laboratorio del MIT, me ocupé de las células retinales de una rana. Allí logré hacer una observación decisiva: el microscopio mostraba que había dos tipos de células fundamentalmente distintas; algunas presentaban un cuerpo celular con filamentos que saltan hacia todos lados, las que, pensaba yo, deberían reaccionar ante estímulos de cualquier dirección, y otras células tenían filamentos que se extendían en una sola dirección, por lo que un estimulo probablemente provocarla una reacción unidireccional. Cuando Jerry Lettvin dejó de venir a mi laboratorio durante cinco días, me dije: ¡Esta es la oportunidad! Ahora puedo examinar mi hipótesis de si la forma de la célula tiene que ver con su modo de reacción. Entonces eso era una idea absolutamente nueva, ya que en aquellos años se estudiaba el proceso visual irradiando el ojo con una fuente lumínica. La doctrina generalmente aceptada era que la retina recibía las informaciones del mundo exterior que le llegaban en forma de destellos de luz, los elaboraba y calculaba la reacción correspondiente. Ese era el dogma de la investigación.
Pörksen: Su observación de estas células específicas constituyó probablemente un primer paso en el camino hacia la epistemología que desarrolló después: la estructura del órgano visual, mas no la influencia de un mundo exterior, aparece como causa de una determinada percepción.
Maturana: Exactamente. En el laboratorio no usé la fuente lumínica porque no conocía los aparatos y tenía miedo a romper algo. Me limité a mover mi mano delante de los ojos de la rana y a registrar con un electrodo los impulsos de una célula aislada del nervio óptico. Y de hecho descubrí una célula que reaccionaba independientemente de la dirección en que movía mi mano. Luego cambié un poco la posición del electrodo y descubrí una célula que reaccionaba solamente si movía mi mano en cierta dirección. O sea mostraba la reacción unidireccional esperada. Eso me pareció un descubrimiento fantástico así que ahí terminé mis experimentos. Cuando Jerry Lettvin volvió dos días más tarde, le conté todo lo que había estado haciendo. Aquel hombre maravillosamente flexible se entusiasmó de inmediato y dijo: "¡Ahora vamos a cambiar todo!". Acto seguido empezó a reorganizar totalmente el laboratorio para permitir una forma completamente nueva de enfocar e investigar. Fueron estos experimentos los que finalmente llevaron a la publicación de los dos ensayos What the frog's eye tells the frog's brainy Anatomy and physiology of vision in the frog.
Pörksen: Basta con mirar el título de estos textos para notar una tendencia de su teoría del conocimiento que en sus trabajos posteriores se acentuará aún más: lo externo pierde importancia, ya no interesa el mundo que informa al ojo de la rana acerca de sí, en cambio el ojo mismo pasa a ser central.
Maturana: Sin duda lo que podemos leer en estos ensayos fue un paso en esa dirección, pero no una reorientación pensada hasta el final. Recién en 1965, cuando de vuelta en Chile hice mis experimentos con palomas e investigué su percepción del color, se produjo la transformación decisiva de toda mi epistemología.
Pörksen: En el MIT también tuvo contacto con Warren McColloch y Walter Pitts, dos de los primeros cibernéticos americanos, ambos habitués de los Macy-meetings, que fueron la instancia que recién perfilo el pensamiento cibernético. AI centro de esta forma de pensar está la causalidad circular y el ejemplo del navegante: la clave está en que el timonel, para llevar su bote a puerto, no se rige por un programa predeterminado, sino que va adaptando constantemente su actuar. Si el bote se sale del curso, calcula el desvío y corrige para retomar el rumbo al puerto. Corrige el error, pero quizás la corrección fue mucha, de modo que posiblemente produzca un nuevo desvío en el sentido contrario, el que a su vez generará la necesidad de corregirlo. El golpe del timón condiciona un efecto que se constituye en la causa de un nuevo efecto y así sucesivamente. Lo que se presenta aquí es la imagen de un círculo de causalidad que se asemeja al formato y diseño de su propia teoría del conocimiento. De ahí mi pregunta: ¿Le influyó la relación con los cibernéticos Warren McCulloch y Walter Pitts?
Maturana: En realidad no. Por supuesto que de vez en cuando me encontraba con McCulloch, pero no hicimos casi nada en conjunto. Mi relación con el matemático Walter Pitts fue más personal; venía bastante seguido a mi laboratorio, y yo apreciaba su sensibilidad y delicadeza, y me conmovía ver cómo todos los días iba a la casa de Warren McCulloch a ver a la madre de Warren, una anciana muy frágil, para ayudarle y darle de comer. Eso era muy hermoso. Yo trabajé el 99% con Jerry Lettvin, pero éste un día me propuso que en la publicación de nuestros ensayos What the frog's eye tells the frog's brain y Anatomy and physiology of vision in the frog, nos acordásemos de su mentor, McCulloch, y también de Walter Pitts, y los mencionásemos como coautores, ya que Pitts en ese tiempo necesitaba publicaciones y Warren McCulloch jugaba para él el rol de un padre intelectual. Estuve de acuerdo. Sin embargo, McCulloch y Pitts no me marcaron ni me influenciaron intelectualmente.
Pörksen: Pero el encuentro con el pensamiento cibernético ano le sirvió de inspiración? Cuando me estaba preparando para esta entrevista, me hice una nota diciendo que usted le dio a la idea cibernética de la circularidad, un giro epistemológico y un fundamento filosófico. Hoy usted sostiene una teoría del conocimiento cibernética.
Maturana: Con la cibernética como tal me encontré recién más tarde gracias a mi amistad con Heinz von Foerster. En el MIT, mientras yo estaba ahí, en el primer plano no estaba la circularidad sino que el concepto de la información. Ahora, si Walter McCulloch dice que el organismo recibe un feedback de su medio, eso todavía no me parece ser una manifestación perfecta de circularidad, porque si uno describe de esta forma al organismo y al medio, uno ya los ha separado. Un concepto donde el organismo causa algo y luego recibe una retroalimentación del medio se parece al constante ir y venir entre los dos extremos dentro de una relación lineal. Para ser exactos, se trata aquí de una pseudocircularidad. Y finalmente se agrega la suposición que el feedback contiene alguna información sobre la naturaleza del medio, cuyas características por lo tanto parecen ser importantes per se. También esta acepción, como usted sabe, me es completamente ajena.
Fig. 12: La visión circular del mundo encuentra su expresión simbólica en la figura del Ouroboros, una serpiente que se muerde la cola.
Pörksen: ¿Cómo describiría los procesos circulares del conocimiento y de la vida?
Maturana: Cuando hablo de circularidad, me refiero a una dinámica circular dentro del organismo (vale decir una circularidad al interior del sistema nervioso así como una circularidad en la realización de la autopoiesis), que lleva a que este organismo se enfrente al medio como una totalidad circular. El encuentro con el medio no rompe esta circularidad, sino que se producen cambios estructurales los que a su vez modifican la deriva de la circularidad. Sin embargo, aquí no se trata de un feedback del medio o de una relación según el esquema output/ input, sino de un cambio estructural reciproco de organismo y medio. Esa es una situación completamente distinta. Y si la circularidad se destruye por el encuentro con el medio, el organismo muere.
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