II. VARIANTES DE LA OBJETIVIDAD
Vida en el multiverso
Pörksen: Su alegato por el pensar circular tiene algo profundamente amenazador. El mundo se diluye; comienzo y fin son puntos arbitrariamente fijados que ya no prestan apoyo; deja de haber un fundamento sólido. Uno quisiera salir por la puerta y dejar la habitación, pero tampoco puede estar absolutamente seguro de que la puerta todavía existe. Usted mismo escribió una vez que cuando empezó a pensar así, por un tiempo tuvo miedo de enloquecer. ¿Por qué desapareció este miedo?
Maturana: En algún momento me di cuenta que el pensamiento circular no representa una amenaza para mi juicio, sino que amplia mi entendimiento. Pensar que uno ya no parte de una realidad externa sino de la propia experiencia, también puede ser algo profundamente gratificante y tranquilizador. Uno deja de cuestionar las propias experiencias y deja de rechazarlas como irreales o ilusorias. Ya no constituyen un problema, no generan un conflicto emocional, uno simplemente las acepta. Supongamos que la noche pasada me habló la voz de Jesús. ¿Qué cree usted que pasarla si yo les contara esa experiencia a otras personas? Alguien quizás me explicará que sufro de alucinaciones, que Jesús está muerto y ya no puede hablar. Otro quizás creerá que soy presumido y supondrá que quiero aparentar ser alguien especial: mal que mal, fue Jesús quien me habló. Un tercero quizás dirá que me tentó el diablo. Todas esas consideraciones tienen algo en común; rechazan mi propia explicación con la que busco fundamentar mi experiencia, pero no niegan mi experiencia, no niegan que escuché una voz.
Pörksen: ¿Qué significa este ejemplo para mi pregunta acerca del miedo a trastornarse? Supongo que su decisión fundamental – partir de la experiencia – calma el miedo y da una nueva tranquilidad y serenidad. Uno acepta lo que está viviendo. El miedo a trastornarse serla entonces algo así como un intento velado por rechazar las propias vivencias a pesar de todo.
Maturana: Justamente. Catalogando las propias vivencias y percepciones como trastornadas, uno las está explicando de una manera que lo desvaloriza a uno mismo. Mi meta no es rechazar o desvalorizar experiencias; las experiencias nunca son el problema. Lo que yo quiero explicar es mediante qué operaciones se generan.
Pörksen: ¿Cree que esta postura que defiende tan decididamente la legitimidad de todas las experiencias tiene ventajas éticas?
Maturana: Eso creo. No olvidemos que la idea de la existencia de una realidad independiente de mí, corresponde a una postura según la cual declaraciones universalmente válidas y vinculantes son posibles. Estas pueden servir para desacreditar determinadas experiencias. Con la referencia a la realidad se pretende dar a una afirmación el carácter de universal y objetivamente válida. En una cultura basada en el poder, el dominio y el control, esta postura sirve para justificar por qué otros tienen que someterse a la propia visión de las cosas. En cambio, si uno se ha dado cuenta que por principio no puede tener un acceso privilegiado a la realidad, y que percepción e ilusión – en el momento de la experiencia – son indistinguibles, nace la pregunta acerca de los criterios que utiliza una persona para afirmar que algo es así. Ya la posibilidad de plantear esta pregunta abre un espacio de reflexión común, una esfera de cooperación. El otro se convierte en un legítimo otro con el que puedo conversar. Nacen la amistad, el respeto mutuo, la colaboración. Se hace imposible exigir sumisión. El universo se transforma en un multiverso donde muchas realidades – dependiendo de los distintos criterios de validez – son igualmente válidas. Uno sólo puede invitar al otro a reflexionar sobre lo que uno opina y encuentra válido.
Pörksen: Eso significa que tenemos que ver con dos posturas fundamentalmente diferentes. O uno afirma que todo conocer depende del observador, o dice que es posible percibir una realidad independiente del observador. Cada postura genera distintas consecuencias e implica una relación distinta con los demás seres humanos, con todo el entorno.
Maturana: Se trata de dos posturas diferentes, dos caminos de pensar y explicar. A una postura la llamo objetividad sin paréntesis. Aquí se parte de la base que los objetos existen independientemente del observador y que – así se supone – son posibles de conocer. Se cree en la posibilidad de una validación externa de las propias declaraciones. Esta validación confiere a lo que uno dice autoridad y una validez incuestionable que exige sumisión. Lleva a la negación de todos aquellos que no concuerdan con las afirmaciones "objetivas". No se está dispuesto a escucharles, no se les quiere entender. La emoción básica que impera aquí trata de la autoridad del conocimiento universal. Se vive en el dominio de las ontologías trascendentales que son excluyentes: cada una de estas ontologías abarca supuestamente la realidad objetiva; el ser aparece como independiente de la propia persona y del propio hacer. A la otra postura la Llamo objetividad entre paréntesis; su base emocional consiste en el goce de la compañía del otro. La pregunta acerca del observador es plenamente aceptada y se intenta responderla. Este enfoque no niega la distinción de objetos y la experiencia del ser, pero las explicaciones no están basadas en la referencia a objetos sino en la coherencia entre experiencias. Desde esta perspectiva, el observador se convierte en la fuente de todas las realidades, creándolas él mismo mediante sus operaciones distintivas. Aquí entramos en el dominio de las ontologías: el ser se constituye a través del hacer del observador. Cuando se toma este camino de explicación, uno se da cuenta que nadie está en posesión de la verdad y que existen muchas realidades posibles.
Tomadas por sí solas, todas son legítimas y válidas, pero por supuesto no igualmente deseables. El que toma este camino de explicación no pide la sumisión del otro sino que le escucha, desea su colaboración, busca la conversación y quiere descubrir bajo qué circunstancias tiene validez lo que el otro dice. Una afirmación es considerada verdadera cuando satisface los criterios de validez del dominio de realidad respectivo.
Fig. 2 Esquema de la ontología del observador. Esta figura ilustra lo que sucede cuando uno parte de la pregunta: " ¡Cómo hacemos lo que hacemos cuando observamos como observadores?" (ver camino de explicación 2). Y muestra lo que sucede cuando no aceptamos esta pregunta (ver camino de explicación 1). Si se lee correctamente este esquema, queda claro cómo surge el observador como entidad biológica: aparece como un modo de operar relacional que es característico del ser humano como sistema que vive en el lenguaje. Este esquema pertenece al dominio de la cognición, como la fórmula de E = m c 2 pertenece al dominio de la física.
Fig. 3 Esquema de la matriz biológica de la existencia humana. Esta figura muestra cómo sucede la dinámica relacional que lleva a la constitución y mantención de nuestro ser humano: resulta del devenir histórico de la biología del conocer y la biología del amar que Ximena Dávila Yáñez y Humberto Maturana Romesín llaman la matriz biológica de la existencia humana. Nuevamente están representados los distintos caminos para tomar conciencia de nuestra existencia humana relacional, la que podemos vivir de acuerdo con el devenir de nuestra dinámica emocional. Como se ve, nuestra vida, por principio modificable, permite cambios producto de reflexión.
Pörksen: Esta diferenciación conceptual me parece un poco demasiado complicada. ¿Por qué no distingue simplemente, para delimitar los dos enfoques, objetividad y subjetividad?
Maturana: Subjetividad es una de las palabras que usamos para desvalorizar una afirmación sobre la base de la objetividad sin paréntesis. Un supuesto que no se basa en una correspondencia con la realidad externa es tildado de meramente subjetivo. Cuando hablo de objetividad entre paréntesis, por un lado quiero mantener alerta la conciencia de que es imposible hallar un punto de referencia para las propias suposiciones que sea independiente del observador, y al mismo tiempo quiero plasmar en un concepto la experiencia de que existen objetos independientes de nosotros. Los paréntesis indican un determinado estado de conciencia. ¿Cómo es posible, me pregunto, que vivamos los objetos como separados de nosotros, sabiendo que todo lo dicho es dicho por nosotros y precisamente no puede ser separado de nosotros?
Pörksen: Cuando le escucho hablar así de distinciones conceptuales, entiendo un principio de su uso del lenguaje: también en su terminología y en estos neologismos, parte de la experiencia de un observador cualquiera y al mismo tiempo ofrece una visión distinta de esas experiencias.
Maturana: Esa es precisamente la idea. A veces he sido criticado porque todavía hablo de la ontología y del ser; si se trata, me decían, de enfatizar los procesos del devenir y de reemplazar el enfoque ontológico por la perspectiva ontogenética. Por supuesto que una exigencia así me parece simpática, pero su negación implícita del ser y de los objetos – cuya existencia se evidencia justamente también en el hacer del observador – niega la experiencia cotidiana que nosotros los seres humanos simplemente hacemos. Por lo tanto no constituye una base sólida para la propia argumentación.
Pörksen: Teniendo presente que cualquier declaración inevitablemente remite al observador, la realidad única y universal se desmorona en incontables realidades. En este momento la población mundial supera los seis mil millones. ¿Diría que también hay seis mil millones de realidades?
Maturana: Teóricamente esto es pensable, pero de hecho altamente improbable. Si suponemos que de estos seis mil millones de personas, aproximadamente cinco mil millones siguen el camino de la objetividad sin paréntesis, estos viven en último término en un mismo dominio de realidad: algunos creen en Allah, otros en Jehová o Jesús, otros se definen como agnósticos, etc. Algunos dicen que la conciencia constituye la realidad absolutamente válida, otros, que es la materia o la energía, otros favorecen ideas o imágenes como los puntos de referencia absolutos de sus respectivas posturas... Pero todos tienen en común una única certeza fundamental: No creen que creen, sino que creen saber, porque no saben que creen.
Pörksen: ¿Y qué hay de los mil millones restantes? ¿Cómo puede caracterizarse su postura?
Maturana: A lo mejor se sienten comprometidos con el camino de la objetividad entre paréntesis y poseen con ello la capacidad de reflexión: respetan las diferencias, no afirman ser los únicos que poseen la verdad, gozan de la compañía de otros, etc. En el devenir de la vida en común generan distintas culturas. Vale decir que la cantidad de realidades posibles aparece como potencialmente infinita, pero su diversidad está limitada por la vida en comunidad, por la cultura e historia que se genera en conjunto, y por los intereses y preferencias compartidos. Por supuesto que cada ser humano es distinto, pero no completamente distinto.
Pörksen: ¿Es posible vivir en la conciencia de que potencialmente existen una infinidad de realidades posibles? Sospecho que si alguien realmente llegara a imaginarse la cantidad de lo posible, en algún momento colapsaría y perderla totalmente la perspectiva.
Maturana: Por supuesto que es necesario reducir complejidades: uno estrecha la mirada y parte de determinadas expectativas para permanecer operativo. Sin embargo, el problema no está en el hecho de tener expectativas, reducir complejidades y subsumar una gran cantidad de fenómenos bajo un – quizás único – concepto; la cuestión central me parece ser si uno está dispuesto a renunciar a las propias certezas si ocurre algo inesperado. En ese caso, las desilusiones que uno sufre no necesariamente desembocarán en frustración y enojo, sino que también pueden fundamentar, sin ningún dramatismo, una nueva forma de ver. Uno reconoce sin gran drama que las propias expectativas no se cumplen, y entonces se reorienta.
Pörksen: ¿Cómo aprende uno a moverse de esta manera por el mundo? ¿Cómo se toma conciencia de que, a pesar de que uno hace tiempo ha escogido determinada opción de la gran cantidad de variantes, la vida tiene muchas vueltas?
Maturana: Son acontecimientos de la vida los que producen este tipo de insights. Por ejemplo, muchas veces pasa que uno tiene determinada convicción y conoce a otra persona a la cual, si uno fuese fiel a esa convicción, deberla rechazar. Uno no deberla encontrarla simpática, pero igual le cae bien y se da cuenta que las propias opiniones y la simpatía por esta persona no coinciden y no pueden ser mantenidas simultáneamente. Si uno privilegia sus convicciones, este otro dejará de ser percibido como un otro amable. Pero si toma partido por la simpatía, entonces empieza a reflexionar sobre los propios juicios y sus efectos, y se despide de ellos. De esta manera uno aprende que las convicciones y certezas en todas sus formas pueden ser limitantes porque, como muestra el proceso de reflexión, comprometen a una percepción que uno mismo encuentra inadecuada.
Pörksen: Por lo tanto, si uno mira sus consecuencias, las certezas encierran un peligro muy fundamental: invisibilizan las distintas opciones del sentir, pensar y actuar.
Maturana: Si no se presentan como seguridades pasajeras y conectadas al momento, son algo muy poderoso; enceguecen y hacen parecer cualquier reflexión ulterior como pérdida de tiempo, si uno ya conoce el único resultado posible de cualquier esfuerzo de reflexión adicional. ¿Qué se está diciendo en el fondo cuando se afirma estar completamente seguro de algo? Que las dudas son innecesarias. Las propias convicciones tienen tal presencia que a uno le parecerla totalmente sin sentido reflexionar acerca de las condiciones de su formación. Parece indicado actuar inmediatamente. Y quien además de eso quiere liberar a los otros de su supuesta ignorancia y percepción errónea del mundo, se torna peligroso. La certeza de la verdad sirve entonces para justificar explotación y avasallamiento, guerras y cruzadas.
Pörksen: ¿Diría que certezas y una creencia absoluta en la verdad, necesariamente inducen a reprimir a los que piensan distinto?
Maturana: A veces creo que vivimos en una cultura donde la convicción de ser dueño de la verdad es entendida como una invitación al imperialismo. ¿Por qué, si uno sabe exactamente lo que es correcto, habría de dejar que los otros sigan sumidos en la ignorancia? ¡No serla mejor, se pregunta uno en esta cultura, no sería adecuado y pertinente corregir de una vez por todas la cosmovisión supuestamente ignorante, a la verdadera y correcta? Luego, en algún momento, lo diferente aparece como una amenaza inaceptable e insoportable cuya corrección y eliminación parece indicada. Porque uno sabe; conoce las respuestas correctas, la manera de vivir correcta, el dios verdadero. La posible consecuencia de esta postura es que seres humanos empleen violencia contra otros seres humanos. Se justifican diciendo que tendrían un acceso privilegiado a la verdad o estarían luchando por un determinado ideal. Y esta idea según ellos legitiman su conducta y los distingue de los delincuentes comunes.
Pörksen: ¿A quién apunta esta crítica de una idea libertaria que se volvió totalitaria? ¿Dónde puede observarse este tipo de enfrentamientos?
Maturana: Son omnipresentes, pero por supuesto que no siempre desembocan en una amenaza física. En discusiones políticas y polémicas que muchas veces tienen algo de batalla o de guerra, se rechaza al otro con sus ideas. Se le ataca, no se le escucha y se niega por principio a escucharle porque, como uno cree saber con tanta seguridad, defiende los principios equivocados. También el terrorismo político está basado en la idea que el otro está equivocado y por lo tanto corresponde matarlo.
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