III

HISTORIA DE UNA TEORÍA

I. COMIENZOS E INSPIRACIONES

Conocimientos de un niño

Pörksen: Su teoría tiene un diseño circular. El observador y lo observado, el que conoce y lo que conoce forman una unidad indisoluble. Si observamos un círculo, vemos que no tiene principio ni fin, salvo que alguien haga un corte y declare un comienzo. Por lo tanto, inevitablemente parecerá un poco inadecuado preguntar acerca de los comienzos y condiciones iniciales del pensar circular. La forma de la pregunta contradice el formato de la teoría. A pesar de eso pregunto: ¿Qué le inspiró, qué personas le influyeron? ¿Dónde quiere empezar y marcar el comienzo?

Maturana: La que me marcó decisivamente fue mi madre. Fue ella quien me enseñó a hacerme responsable de mi propia comprensión del mundo y a confiar en mí mismo. Recuerdo que un día estaba jugando con mi hermano mayor cuando mi madre nos llamó; tenía once años entonces. "¡Niños!" nos dijo, "nada en sí es bueno o malo. Una conducta puede ser adecuada o inadecuada, correcta o equivocada. Y ustedes son responsables de decidir qué es lo que corresponde cada


vez". Y finalmente agregó: "¡Ya, sigan jugando!"

Pörksen: ¿Por qué este episodio es importante para usted?

Maturana: Si una conducta no puede ser catalogada como intrínsecamente buena o mala, entonces – fue lo que me quedó claro – es necesario observar la red relacional en que está inserta, y decidirse autónomamente por una manera de actuar. Para mí, en este episodio se expresa una determinada actitud, marcada por la confianza en mi hermano y en mí, y que trata de una autonomía y libertad individual que hay que manejar conscientemente: nada tiene validez absoluta, y justamente por eso se trata de optar y decidir.

Pörksen: La sociedad chilena está socialmente disgregada y dividida en pobres y ricos: los que subsisten en los suburbios marginales de Santiago (en las poblaciones), y los que viven en uno de los hermosos chalets de Providencia, pertenecen a dos mundos absolutamente distintos. ¿Cómo se crió usted? ¿Era su familia perteneciente a la pequeña clase alta santiaguina?

Maturana: Éramos pobres, aunque siempre habla gente que sin duda estaba mucho peor. Nunca olvidaré un día en que acompañé a mi mamá a su trabajo. Fue a ver a una mujer enferma para determinar – trabajaba como asistente social – si era indigente y por tanto tenla derecho a tratamiento médico gratuito. Cuando llegamos a la vivienda de la señora, la vi acostada en el piso, envuelta en harapos. Vivía en un gran hoyo que hablan cavado en la tierra y provisto de un techo. A su lado estaba sentado un niño, un poco menor que yo, tendría unos ocho años. Mi primer pensamiento fue: "Por Dios, ¡ese niño podría ser yo!". No se distinguía en nada de mí, pero yo vivía en una casa con el piso limpio, mi mamá tenla trabajo, y este niño que me miraba, vivía en la mugre. Cuando vi eso me sentí muy agradecido por mi suerte inmerecida y mi vida privilegiada. Sin embargo, por supuesto que no estábamos realmente bien. Vivíamos exclusivamente del sueldo de mi madre, la que secretamente ganaba algún dinero extra como bailarina en un cabaret. Antes de salir al trabajo en invierno, normalmente le ayudaba a rellenar su chaqueta con varias capas de papel de diario, para abrigarla. Eso le demuestra nuestra situación.

Pörksen: ¿Su familia siempre existió así, al borde de la pobreza?

Maturana: No. El padre de mi madre provenía de una familia boliviana con cierta fortuna. Vino a Chile a estudiar medicina y poco después de su regreso a Bolivia murió asesinado. Mi madre entonces era muy joven, y a raíz de esa tragedia familiar fue llevada por dos años a la sierra a una comunidad indígena, antes de volver – absolutamente pobre – al cuidado de sus parientes. Esos dos años la marcaron profundamente, y también a mí, porque las comunidades campesinas de los Andes no están organizadas de una forma patriarcal autoritaria; hombres y mujeres viven en un equilibrio, en una compensación armónica sustentada en el respeto mutuo. Mi madre me contaba cómo, siendo una niña muy pequeña, pudo conocer una cultura distinta del compartir y de la cooperación, que abarcaba a todos los miembros de la comunidad de acuerdo con lo que cada uno podía aportar. Esta experiencia que mi madre me transmitió estuvo presente también en mi educación. En retrospectiva, puedo decir que en realidad crecí en una familia matríztica donde pude desarrollar mi autoestima y confianza en mí mismo. Mis padres se separaron poco después de mi nacimiento, y con mi hermano primero vivimos por un tiempo con mi abuela (la que nos educó en la fe católica), y después de la muerte de esta nos instalamos exclusivamente con mi madre. Hoy diría que fue mi madre quien me enseñó lo que significa tomar responsabilidad y actuar de una forma autónoma a la vez que respetuosa.

Pörksen: ¿De dónde salió su interés por el mundo de lo vivo? ¿Andaba siempre de niño con los bolsillos llenos de sapos, como se desprende de las biografías de otros famosos?

Maturana: Más o menos. Para ser exactos, lo vivo me interesaba por distintas razones. Por una parte, como ya dije, estuve enfermo muchas veces. Y ya como niño quería entenderla muerte, por lo que tenla que tratar – ese era mi pensamiento – de entender lo vivo, porque la vida y la muerte están intrínsecamente ligadas y entretejidas. Por el otro lado, me gustaba mucho crear y fabricar cosas. Cuando a los once años enfermé de tuberculosis, muchas veces quedé solo en casa, y allá tenla papel, tijeras y un poco de pegamento. En horas y horas de trabajo creaba animales, autos, casas, todo un mundo, desarrollando a la vez una comprensión acerca de cómo la forma de una entidad – recién mucho más tarde hablarla de la estructura de un sistema – determina y establece qué operaciones pueden ocurrir en él. Qué consecuencias tiene la forma, me preguntaba yo. Después de terminar el liceo, opté por matricularme en medicina, ya que en ese tiempo todavía no era posible inscribirse en biología. El que se interesaba por los sistemas vivos tenía que estudiar medicina humana o veterinaria. Así fue como en 1948 me matriculé en la facultad de medicina de la universidad, pero al mismo tiempo me interesé por la antropología, la etnología, y muchos otros campos. Sin embargo, poco después nuevamente tuve que dejar de asistir ala universidad, pues volví a enfermarme de tuberculosis. Recién en 1950 y después de pasar bastante tiempo en el hospital y sanatorio, me dieron de alta definitivamente.

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