Puertas de la percepción

Pörksen: ¿Cómo fue para usted su boom de popularidad en el mundo científico? Durante un tiempo se le comparaba ya sea con Imanuel Kant o Ludwig Wittgenstein, se decía que Biology of Cognition era el artículo más importante del siglo pasado y se hablaba de usted como "estrella en ascenso". Se cuenta que el famoso cibernético y protagonista temprano del pensamiento sistémico y ecológico, Gregory Bateson, en su lecho de muerte habría dicho que de ahora en adelante, los impulsos esenciales para la comprensión del mundo vivo, cabía esperarlos desde Santiago, de un tal Humberto Maturana.

Maturana: Por supuesto que mi vida diaria cambió un poco por la euforia con que se recibían mis trabajos. Hubo innumerables invitaciones, alguien alguna vez me llamó la Edith Piaf de la neurofisiología. Y cuando me hice más conocido, viajé más, me encontré con mucha gente y pude ganar algo de dinero. Pero en lo fundamental, diría que en muchos ámbitos fui más bien una estrella pasajera: primero fue alabada mi disertación en neuroanatomía, luego mis trabajos en neurofisiología, y después el artículo Biology of Cognition, etc. Pero cada vez, en algún momento, algún tema completamente nuevo aparecía como central. El entusiasmo individual siempre tiene fecha de vencimiento. Pasa. Nunca le presto mucha atención a los cumplidos que me hacen. Los escucho, los agradezco, y los dejo pasar. Que esto no se malinterprete como señal de arrogancia, pero estoy consciente de varias tentaciones, entre ellas la tentación de la fama. ¿Recuerda el cuadro de El Bosco que está reproducido al comienzo del libro El Árbol del Conocimiento?

Pörksen: Muestra a Jesús rodeado de algunas personas.

Maturana: Dejo a su criterio si incluye en nuestro libro lo que voy a contarle. Confío en su juicio. En 1962 me llamó un amigo que estaba estudiando el efecto de ampliación de conciencia de las drogas psicodélicas. En ese tiempo mucha gente estaba influenciada por el ensayo de Aldous Huxley, Las puertas de la percepción. Ese amigo me invitó varias veces a un experimento con LSD, pero yo cada vez lo rechacé porque no tenía ninguna pregunta que me habría gustado responder bajo la influencia de esa droga. Un día — fue en 1963 — me llamó nuevamente y acepté, porque entretanto se me había ocurrido una pregunta. Quería saber si el sistema nervioso de un ser humano sigue trabajando normalmente cuando uno ha tomado LSD. Una noche nos encontramos en mi casa; los niños estaban acostados, escuchamos música y en la mesa había algunos libros. El LSD que mi amigo me dio tenía la forma de pedacitos de papel impregnado que llevaban impresos diversas figuritas. Estos símbolos — el jaguar, el sol y la luna — indicaban cada uno una dosis distinta. Yo comí el sol, y mi mirada cayó en un libro y el cuadro de El Bosco, La Coronación de Espinas. Por varias horas medité sobre ese cuadro. ¿Qué querían decirle a Jesús estas diferentes personas? Finalmente tuve la idea que personificaban cuatro tentaciones diferentes. Por supuesto que esta es una interpretación completamente personal, pero para mí el anciano que acaricia la mano de Jesús representa la tentación de una superficialidad sin compromisos. A Jesús, quien de un modo siempre empático a la vez está completamente centrado, parece decirle: "¡Manténte al margen, y vivirás muchos años!". Otro por lo visto le está susurrando algo al oído a Jesús, siente que tiene algo que decirle; representa la tentación de una vanidad sólo aparentemente superada. El hombre que le está colocando la corona de espinas representa la tentación de la envidia. Parece desconforme consigo mismo, se rebaja en comparación con otro. La cuarta figura en este cuadro está sujetando a Jesús de su capa, tironeándolo y limitándolo en sus posibilidades. Tardé mucho en entender por qué estaba esta figura. Muchos años después me vino la idea que este hombre representaba la tentación de la certeza: vive en un mundo sin alternativas, en un mundo sin reflexión.












Fig. 15: La Coronación de Espinas de Gerónimo El Bosco

Pörksen: ¿Cómo asocia estas cuatro tentaciones con la pregunta acerca de las oportunidades y los peligros de la fama?

Maturana: Diría que las tentaciones de la vanidad, la superficialidad, la envidia y la certeza, están siempre presentes cuando uno de repente se hace conocido y otra gente lo venera. Quizás uno empieza a creerse el catálogo halagador de las cualidades que le atribuyen, y a comportarse de la manera correspondiente. Porque ser considerado como alguien especial también es una forma de estar preso. Y si alguien acepta las atribuciones de otros como si de verdad fueran sus características sobresalientes, me parece que está ciego: no importa lo que el otro vea en uno, jamás será el propio yo, jamás será la propia persona.

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