Sistemas sociales

Pörksen: ¿No ve usted una contradicción entre el individuo y lo social? El que habla del individuo y enfatiza la unicidad de éste, normalmente parte de la base que se trata de un ser autónomo, una mónada insensible a las influencias externas. En cambio, el que destaca la fuerza determinante de lo social, normalmente postula la permeabilidad del individuo que estaría observando el mundo con los ojos de su grupo, viéndolo ante el telón de fondo de su origen social. Sin embargo, los dos enfoques se contradicen.

Maturana: Yo lo veo de otra manera. Desde mi punto de vista no hay contradicción entre el individuo y lo social, ya que una sociedad es una multitud de individuos que conviven sobre la base de una emoción fundamental. Como integrante de una comunidad social, uno necesariamente tiene que ser y seguir siendo un individuo. Cuando las personas, los individuos conversan, se ponen de acuerdo y hacen algo en común, no significa que pierdan su individualidad, quizás cambien sus opiniones o incluso salgan transformados de ese encuentro, pero con todo seguirán existiendo como individuos en su dinámica autónoma. En su interacción crean algo nuevo que no se puede derivar simplemente y menos aún reducir a una de las personas involucradas.

En cambio, si su individualidad se pierde de hecho o deja de existir, por ejemplo por una enfermedad, también dejarán de ser considerados como miembros plenos de la comunidad social. En un ejército, que sin duda no es un sistema social, los individuos son indeseados. Allí, lisa y llanamente se requieren actores, agentes y ejecutores que actúen sin reflexionar. El que en un ejército no se adapta es expulsado.

Pörksen: Dentro del grupo de los científicos interesados en las teorías sociales, usted es uno de los pocos que no usa la biología para desvalorizar al individuo. En la historia del darwinismo social encontramos innumerables ejemplos de este enfoque contrario: con argumentos biológicos se busca justificar la dominancia del colectivo y la degradación del individuo.

Maturana: Pero este tipo de patrones argumentativos y de procedimientos justificatorios no se basa en una comprensión de los procesos biológicos. Lo que pasa es que se inventan explicaciones e ideas para que sirvan a los fines particulares de cada uno. Las propias ideas se proyectan sobre la biología y la naturaleza, para, en un segundo paso, volver a aplicarlas al dominio humano. De esa forma se busca apoyar las propias presunciones. Charles Darwin sacó la idea de la competencia de los economistas ingleses de su época. Más tarde, los economistas a su vez adoptaron de la biología la idea de la competencia para validar su programa económico. Supongamos que alguien tiene ganas de crear una teoría social que diga que el individuo es prescindible y la comunidad es todo. Entonces inventa un marco de referencia dentro del cual la comunidad marca el valor máximo. Y al mismo tiempo necesita volverse ciego frente a la realidad operacional de que los componentes de un sistema social son justamente los individuos cuya dinámica autónoma se mantiene en la interacción con otros. Sólo en la medida que sean y sigan siendo individuos, es decir tomen parte en la preservación y fomento del bienestar de la comunidad, es que se trata de un sistema social, y no por ejemplo de un ejército, una monarquía o una tiranía. Por eso digo que los individuos no son prescindibles.

Pörksen: Aclaremos el concepto, ¿A qué forma de convivencia llama usted sistema social? Porque normalmente con éste término se designa, en un sentido muy amplio, a la totalidad de las estructuras relacionales humanas.

Maturana: Si uno escucha bien cuándo una conducta es calificada de asocial, se da cuenta que es cuando falta el respeto por el otro. Nos quejamos de que alguien es asocial o antisocial cuando no se comporta de una manera respetuosa sino que por ejemplo tira su basura sobre el cerco del vecino. Las quejas que uno escucha en estos casos siempre remiten a una emoción. Sin embargo, con esta precisión del concepto expresamente no doy una definición de lo social, sino que observo las condiciones que llevan a que en la vida diaria describamos una conducta como asocial o justamente también como social. La sociología, por su parte, en su autodefinición considera que todas las relaciones interpersonales son sociales por naturaleza, pero yo decididamente tengo otra opinión. Es el fundamento emocional, que es distinto cada vez, lo que da a una relación interpersonal su impronta específica. El que ha comprendido esto, reconoce también que aquellas relaciones que solemos llamar relaciones sociales, están basadas en el amor.

Pörksen: Si los sistemas son categorizados como sistemas sociales tan sólo si satisfacen determinadas exigencias — acogida y aceptación del otro — habrá que preguntarse cuál es la tarea del observador profesional de la sociedad que es el sociólogo. ¿Cuáles son sus temas? ¿Qué formas de relaciones serian objeto legitimo de su análisis?

Maturana: Un sociólogo debiera ser alguien que se ocupe de las emociones que son la base de las relaciones interpersonales. Su tarea entonces será demostrar cómo estas determinan y conforman la vida comunitaria. Una vez propuse diferenciar al horno sapiens amans del homo sapiens aggresans, y a éste del homo sapiens arrogans. Son conceptos que hablan de emociones básicas como amor, agresividad y arrogancia, que han determinado la forma de relacionarse a lo largo de la evolución humana y han dejado su impronta en el homo sapiens sapiens, el humano que vive en el lenguaje.

Pörksen: Usted parece considerar que las emociones, y no las consideraciones racionales, son la fuerza determinante.

Maturana: Ellas son lo que nos guían. Cuando alguien experimenta un cambio profundo en su relación con otra persona, en el fondo, lo que hizo, como evidencia un análisis más preciso, fue cambiar fundamentalmente la emoción básica de esa relación. Bajo emociones yo entiendo disposiciones hacia la acción. Me parece algo totalmente elemental que decide incluso sobre la aceptación o rechazo de un sistema racional. Todos los sistemas y discusiones racionales descansan sobre un fundamento no racional que es aceptado porque calza con las propias preferencias. Y es perfectamente posible que a posteriori intelectualicemos nuestros actos que resultan de estas preferencias, tratando de justificarlos. En ese caso es simplemente as( que la racionalización nos sirve de justificación. Diría que los seres humanos son animales emocionales que utilizan su intelecto y su razón para negar emociones o también para justificarlas.

Pörksen: Una descripción así me hace sentir algo incómodo. Quizás este malestar le parezca el típico resentimiento de un intelectual. Pero, ¿acaso la caracterización que usted acaba de dar no constituye una desvalorización del humano, éste ser inteligente?

Maturana: De ninguna manera. Una de las características de nuestra cultura es que desprecia las emociones y las entiende como una amenaza de la racionalidad; aquí ocurre una desvalorización. Pero yo hablo del amor como la emoción fundamental que recién hace posible la conducta ética, el ocuparse de las posibles consecuencias de los propios actos. El motivo ético aparece en el momento en que uno toma conciencia de sí mismo y se da cuenta de las posibles consecuencias de determinado acto para alguien que es importante para uno. Entiendo la ética como una consecuencia del amor. Sucede en el lenguaje, el que nos da la posibilidad de reflexionar sobre la forma de actuar que hemos elegido.

Ética sin moral

Pörksen: ¿Qué pasa cuando surgen conflictos? ¿No existen para ellos soluciones manejadas racionalmente?

Maturana: Toda solución exitosa de un conflicto es emocional por naturaleza. Eso no significa de ningún modo que esté abogando por terminar la discusión, por cortar el diálogo. Lo que hay que lograr es la creación de una base común que permita una reconciliación y quite el miedo a los contrincantes. Cuando dos partes empiezan a negociar para tratar de allanar un conflicto, primero tienen que reconstruir la confianza y el respeto mutuo. Quizás sea adecuado admitir un error, pedir disculpas y reconocer la inteligencia de la otra parte, porque cuando se restablece la confianza, se empieza a escuchar de otra manera y a reconocer la validez de lo dicho en el dominio de realidad de lo expresado. Sobre esa base es posible redescubrir una dinámica emocional compartida que sustentará la relación. Se dejan de lado las propias certezas y se vuelve a una conducta que yo llamo amor.

Pörksen: Me parece que sus reflexiones que tratan del amor y del poder de las emociones siempre tienen un salto: la ciencia dura se transforma en una descripción poética que apunta a una praxis distinta, de la caracterización de lo dado resulta un deber hacer, de la epistemología, una ética. Cambia el discurso.

Maturana: Eso es falso. La biología no nos dice lo que debemos hacer, y como biólogo y por ende como científico no le digo a nadie cómo deberla actuar, eso sería un malentendido. En la naturaleza nada es bueno o malo. Las cosas son. Recién en el dominio humano de la justificación o rechazo de una conducta determinada — o sea cuando se trata de nuestras preferencias respectivas – aparecen atributos y distinciones valóricas como lo bueno y lo malo. Nuevamente, no doy ninguna recomendación. Como biólogo, por ejemplo, puedo afirmar que cuando se interviene el genoma se producen monstruos. Pero eso no significa que llame a la manipulación genética o advierta contra ella, sino que simplemente estoy describiendo las consecuencias que resultan de un acto. Y cada uno tiene la libertad de decidir.

Pörksen: ¿Acaso esta forma de describir los hechos no contiene una toma de partido y un llamamiento indirecto?

Maturana: No. Quizás el escuchar esté determinado por los propios valores y preferencias, pero eso es algo distinto. En ese caso, es difícil percibir simplemente los hechos y dejar que se los muestren.

Pörksen: Pero el concepto del amor, ¿no tiene una connotación positiva de antemano? La palabra amor simplemente suena bien. Nadie que esté en sus cabales defiende abiertamente la explotación y la dictadura.

Maturana: Cuando quiero separar la valoración de la descripción, me basta con hacer una cosa: argumentar de la forma más clara y precisa posible y decir explícitamente lo que pienso y quiero transmitir. Por supuesto que cuando observo una conducta que lleva a que el otro aparezca como un legitimo otro, podría hablar de num. Serla una palabra nueva y neutral: num. Pero entonces podrían preguntarme por qué uso esa expresión cuando amor es el concepto con que suele llamarse esa conducta y esa huella en el devenir de las relaciones. Quiero repetir una vez más que de ninguna manera estoy haciendo proselitismo del amor, pero si afirmo que sin amor no hay fenómenos sociales.

Pörksen: No obstante, parece natural la idea de traducir sus ideas a un imperativo ético, diciendo por ejemplo: "Actúa siempre de tal forma de conservar o generar amor".

Maturana: Podría decirse, pero el que formula un imperativo transforma ética en moral. Quisiera proponer en este punto de nuestra conversación distinguir muy claramente entre ética y moral, aunque a primera vista pueda parecer un poco artificial. Un moralista aboga por el cumplimiento de reglas; son para él un referente externo destinado a dar autoridad a sus afirmaciones y ocurrencias curiosas. Le falta la conciencia de la propia responsabilidad. El que actúa como moralista no percibe al otro porque está concentrado en el cumplimiento de reglas e imperativos. Sabe con certeza lo que hay que hacer y cómo tendrían que comportarse los demás. En cambio el que actúa éticamente percibe al otro: le es importante, lo ve. Por supuesto que es posible que alguien argumente como moralista y a la vez actúe éticamente. Es pensable que sea moralista sin ser ético, o que tenga fama de inmoral y sin embargo su conducta sea ética. En cada caso, la posibilidad de la ética y del ser tocado por el otro aparece recién cuando uno percibe al otro ser humano como un legitimo otro y se preocupa de las consecuencias que las propias acciones podrían tener para su bienestar. La ética se funda en el amor.

Pörksen: ¿Qué le diría a los que, a pesar de su decidida negativa a formular reglas e imperativos, detectan una similitud con el mandato cristiano de amor al prójimo?

Maturana: Fue Jesús quien nos habló de amar al prójimo. Y el cristianismo, que participó en guerras y destrucción, entiende esto desde hace dos mil años como un mandato. También se podría decir que si uno no logra confiar en su prójimo, necesita tener permanentemente a mano un fusil y el dedo en el gatillo. Ahora uno puede preguntarse: ¿Es eso lo que quiero? Si uno quiere eso, entonces no puede amar a su prójimo ni confiar en él bajo ninguna circunstancia, porque el otro también le enfrentará con desconfianza y miedo, dando una justificación aparente al propio armamento. O dicho al revés, quien actúa demostrando respeto por los demás, será respetado por estos. El que confía en un niño, en éste el niño confiará. Esto no significa que yo suscriba eso de no hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti; serla simple oportunismo, no serla amor. Sólo digo que generamos el mundo que vivimos. Si hay algo que deseamos que sea, hagámoslo.

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